martes, 7 de febrero de 2012

Yo Pinochet, biografia no autorizada

Yo, Pinochet: Biografía no autorizada

Estudio preliminar

Cualquiera podría preguntarse por qué publicar una biografía de Augusto Pinochet. Cada quien está en su derecho de pensarlo. También el escribidor que se ha embarcado – y embargado – en esta empresa está también en su derecho de haberla escrito o no. Los personajes de la historia de la humanidad como mi General Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, poseen, aun estando vivos; la fascinación del mito y el encanto de la leyenda. Al compilar datos y fotografías, documentos, viajar a Chile para visitar los archivos de la Fundación Presidente Pinochet, de la Academia de Guerra, de los National Archives, de Washington, DC, de visitar el lugar de su nacimiento en Valparaíso, de colectar documentos digitales ya desclasificados por la Agencia Central de Inteligencia, CIA, entre otras labores de análisis de hechos y actuaciones con la necesaria pericia de un hábil cirujano, asemeja el oficio de equilibrista que debe caminar sobre un hilo de acero y sin seguridad alguna, desde una ventana del Empire State Building hasta otra ventana del Edificio Chrysler, de Nueva York.

Otra razón para no hacerlo sería la de que el mismo Pinochet publicó su Autobiografía “Camino recorrido: La historia de un soldado”, publicada en cuatro Tomos, y en ella se pueden encontrar todos los datos que se necesiten o se desee conocer. Sin embargo consideramos que eso no basta. Lo cierto es que un crítico literario llamado Julien Green declaró, refiriéndose al oficio del difícil arte de la novela, que el autor siempre circunda en él mismo, porque “nunca podemos salirnos de nosotros mismos” por lo tanto quien escribe una autobiografía ya sea ayudado o no por alguien con mejores conocimientos del arte literario que él, siempre cometerá dos pecados capitales de lesa autobiografía que resultan dolorosamente ineludibles: El primero el de hacer una mea culpa y hacer de la novela de su vida un confesionario que puede ser cierto, medianamente falso, medianamente cierto o tal vez, enteramente falso. El segundo pecado que se arriesga cometer es el de descargarse de toda culpabilidad, en ejercicio del derecho de que nadie está obligado a declarar contra sí mismo. Todos somos culpables de algo alguna vez en la vida.

Pero también el General dejó por escrito su versión acerca del proceso del golpe cívico militar del 11 de septiembre en su obra “El día decisivo” en ella narra aspectos biográficos ya presentados en La Historia de un soldado, que constituye su autobiografía además de exponer sus ideas, concepciones y opiniones en torno al marxismo leninismo, su idea de la democracia y su apreciación de la situación y el desarrollo de los primeros meses del ascenso al poder del Presidente Salvador Allende Gossens; además narra como se conformó la Junta Militar seleccionando los integrantes respetando debidamente y al pie de la letra el escalafón que ocupaban al momento en sus respectivas armas. En una reunión secreta con un grupo de Oficiales Generales, posiblemente en alguna Sala de Guerra de alguna brigada, les dijo, en un tono a la vez comprometedor y optimista: “Señores Generales, la Patria está por sobre nuestras vidas”

La tercera razón, nos parece, podría ser la de que los hechos y actuaciones del General Augusto Pinochet pertenecen a la historia reciente y que muchas personalidades aun están vivas y que las heridas no han cicatrizado totalmente y que por prudencia, no es conveniente hurgar ni en su vida ni en su tumba; ni en sus vicios ni en sus virtudes; ni en el Chile que encontró al deponer el primer gobierno socialista por vía electoral en el hemisferio occidental ni tampoco en el Chile que entregó al Presidente Patricio Aylwin Azócar.

Pero también podríamos forzar una cuarta razón o excusa para que nadie se atreva a escribir una Biografía y menos si es no autorizada de Augusto Pinochet. Esta última es la razón que consideramos de mayor peso, la determinante y la que se convirtió en el motor de las investigaciones y pesquisas históricas y periodísticas: La de mostrar un nuevo y mas objetivo General Pinochet a la historia y a las nuevas generaciones. Tanto a las que lo lloraron, como al otro grupo que festejó su muerte. A los que comprendieron el mensaje y a los que aun no han aprobado las lecciones de la Historia. A los que lo consideran un verdadero héroe y salvador de su país y a quienes lo consideran un parto maldito de la historia de Chile; Chile entero estuvo de acuerdo en reconciliarse y olvidar lo pasado y seguir construyendo la nación que el mismo Pinochet, quiérase reconocer o no, les mostró que podían alcanzar. Los primeros se han reconciliado con la historia y consigo mismos. Los segundos, puede afirmarse en su favor que no aprendieron las lecciones de la historia y ni tampoco se reconciliaron con la historia, con sus conciudadanos y consigo mismos.

Esta razón o excusa es la que nos ha movido a escribir y publicar sin contar con patrocinio económico, sin tener el back up de fundación, partido político, ONG o Gobierno alguno. En el trabajo, monumental por el esfuerzo, aunque dudamos modestamente de la calidad que acaso pueda tener y de la trascendencia que pueda lograr, nos acordamos frecuentemente de Carlos Marx cuando aconseja que “la historia debe ser contada sin odios pero también sin amor”. Nos hemos visto precisados a mantener cerrado y bajo control el grifo de las pasiones personales buscando ser lo mas objetivo posible y, parados frente a un mapamundi de la situación global de la humanidad, apuntar al Chile de los setenta, los procesos por los que atravesaba el mundo en aquellos años de guerra fría y de guerras de exportación, de carrera armamentista, de un mundo bipolar y del marco de la lucha ideológica en que nos hallábamos.

Constituye un verdadero riesgo escribir acerca de personalidades como Pinochet porque algunos afiebrados e inobjetivos se atreven, sin apenas leer ni analizar el libro, a proferir acusaciones alegres e infundadas y a colocarle a los autores de los libros la falsa, o tal vez justa, etiqueta de parcializarse o de faltos de objetividad, tal vez hasta de propagandistas del personaje del que se han atrevido a publicar.

Si a algo este estudio biográfico quiere y debe parecerse es a una balanza. No que querramos sentar en el banquillo de los acusados al Presidente General Augusto Pinochet. Ya el juez Baltazar Garzón cobró fama y entró a la historia del brazo de Pinochet. En la edad media los verdugos utilizaban una capucha para no ser vistos por la masa de asistentes a una ejecución de herejes o a la quema de supuestas brujas; en la posmodernidad esto no es admisible porque es posible que el condenado a la pira de la Inquisición te reporte fama y lo proyecte al resto del mundo. La administración de Justicia tiene mucho de solemnidad, pero también de teatro y de espectáculo. Pero sí debemos admitir, desde esta tentativa de prólogo, nuestro compromiso con poblar la balanza imaginaria de estas páginas mostrando lo bueno y lo malo, aunque cabe también señalar aquí que el redactar una biografía de un personaje trascendente no es un auto de fe ni muchos menos un ejercicio de hagiografía, donde se escribe y describe la vida de santos que se mantienen en constante estado de éxtasis místico, de autoflagelación y penitencia para mantener a raya las debilidades de la carne mientras contemplan, con el rostro inclinado en pose pietista, su imaginación del cielo y del paraíso prometido a quienes obran bien.

Tampoco pretendemos hacer un nuevo Evangelio que pueda o tal vez provoque la redacción de un libro de Horas, de algún nuevo Catecismo de meditaciones y plegarias. Pinochet ocupó y ocupa su lugar en la historia: El lugar que le impusieron las circunstancias y como dijo Ortega y Gasset, su aprendizaje y capacidad para “vivir con las cosas”. Y al propio tiempo ocupa el puesto que él mismo quiso; y pudo, lograr y construir como católico militante y apegado a los valores de la civilización cristiana y a la tradición familiar más ortodoxa. Personalidades como Augusto Pinochet están construidas de la misma pasta y de los mismos materiales que cada uno de nosotros. De la misma materia prima humana. La gran diatriba surge en el alcance y la envergadura que tengan los escenarios, nacionales o internacionales en los cuales nos corresponda interactuar y tomar decisiones trascendentales. No es lo mismo tomar decisiones privadamente que a los sumo podrían afectar o beneficiar al grupo familiar y a tal vez algunos dos o tres particulares, o tomar decisiones de Estado y Gobierno en los que está en juego no solo el destino de una nación, sus objetivos e intereses nacionales y la sentencia que ello pueda acarrear ante el tribunal de la Historia. Nicolás Maquiavelo fue el primero en dejar por escrito de una vez y para siempre lo que en su época tan solo unas pocas personas alcanzaban a comprender al mirar cada uno de los cuadros de la galería heroica, pero también infame, de la historia de la humanidad: La separación entre moral y política.

Cuando se menciona el nombre Pinochet, de inmediato surge la palabra Golpe. Debido a ello este trabajo biográfico sin autorización ni patrocinio particular alguno, pretende consignar un estudio profundo de todo el proceso con sus antecedentes y resultados. La tarea fundamental es que no resulte demasiado “periodístico” si se toma en el peor sentido esta hermosa palabra. Hemos hecho acopio de lo periodístico porque ello es inevitable; se deben consultar los periódicos de la época, mayormente del proceso del golpe y anterior a este, así como también los posteriores al mismo proceso. Hay que tomar con pinzas algunas informaciones, compararlas, sacudirlas, soplarlas, verlas a contraluz y contrastarlas con otras fuentes y con otras versiones acaso menos interesadas. Nos hemos visto precisados a incluir los crímenes mas trascendentes atribuidos al General Pinochet y a su régimen pero también a citar y analizar lo mas descarnadamente posible la titánica labor de reconstruir a Chile y entregarlo a la democracia como sistema político; ver y estudiar la apertura al comercio internacional vivida por aquella nación durante los diecisiete años del Chile de Pinochet, tal vez como tubo de ensayo o no, lo que le ha permitido mantener relaciones comerciales y tratados de libre comercio con países del Asia y del resto del mundo, anticipándose en casi veinte años al proceso de Globalización que vive el resto de América Latina.

La historia de la humanidad no registra acaso ningún golpe de Estado que no haya contado con apoyo civil y político. Los redactores y periodistas siempre se han cuidado de colgarle la etiqueta de “militar” a los golpes de Estado que registra nuestra América, con tal de quedarnos en el Hemisferio occidental, como se le cuelga un número en el dedo mayor de algún pie al cadáver de algún desconocido en la morgue; o, tal vez como se numera una res de alguna finca para identificarla y separarla del resto de las cabezas de ganado. No hay golpe militar que pueda prosperar y hacerse con el poder sin la ayuda, patrocinio, complicidad y apoyo de una clase política que en los momentos cruciales participa agazapada en las sombras y dirige, como hábiles titiriteros cada uno de los hilos de los peones que trabajan para ellos. El de Chile aquel 11 de septiembre de 1973 fue un golpe cívico militar. No fue la decisión parcial de unos militares que depusieron al Presidente Salvador Allende, formaron una Junta Militar y se apoderaron del Palacio de la Moneda, sede del Poder Ejecutivo en el Chile de Violeta Parra, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Víctor Jara, asesinado en un estadio de Fútbol utilizado como cárcel por los golpistas; el mismo de “Te recuerdo Amanda”, que arrullara nuestros trajinares en la utopía socialista de aquella adolescencia perdida para siempre.

El General del Ejército de Chile, Augusto Pinochet Ugarte; General Gustavo Leigh Guzmán, Comandante de la Fuerza Aérea Chilena; el Almirante José Toribio Merino, Comandante de la Armada; y el Director General de los Carabineros de Chile, General Cesar Mendoza Durán actuaron, al deponer a Salvador Allende; actuaron repetimos, cumpliendo los encargos y disposiciones del consenso y a voluntad y pedido de Washington, de los halcones de la CIA y del Pentágono diseñadores de la Operación Cóndor, bajo la atenta supervisión y vigilancia del judío genocida e intocable llamado Henry Kissinger, quien era Secretario de Estado de la Administración de Richard Milhous Nixon en la Casa Blanca. Esto si se ve únicamente como la “causa y verdad” del poder global de los Estados Unidos. Pero también actuaron al servicio de los auspiciadores locales, quienes detentaban y aun detentan; quienes ostentaban y aun ostentan el poder económico, comercial, agrícola, financiero e industrial del Chile de 1973 y todavía en la actualidad. La historia muestra muchos ejemplos de esta clase de coautoría y de compartida complicidad de la burguesía conservadora dominante y la colaboración de hombres de uniforme para ellos hacerse con el poder o continuar el estado de cosas que les resulte favorable.

Pero la Junta y mayormente el General Augusto Pinochet colocaron a Chile por encima de todas las cosas. Todos los integrantes ya habían pisado la puerta de salida de sus respectivas armas por razones de antigüedad. Esa fue, consideramos nosotros la causa y motivación mayor del papel ineludible que debieron desempeñar las Fuerzas Armadas de Chile y sus Carabineros para salvar la Nación. Lo confirma los documentos emitidos por el Cuerpo de Generales y Almirantes en retiro, dirigida al Presidente de la República, sobre “el grave quebranto de la seguridad nacional”, y que está fechado el 28 de mayo de 1973; además la carta del Cardenal Raúl Silva Henríquez y los Obispos, fechada 13 de septiembre, en la que fijan posición y describen la grave y difícil situación por la que atravesaba Chile.

Puede ser que de modo mezquino no nos aventuremos o tengamos el valor de reconocerlo. Es más barato y hasta mucho más fácil dedicarse a pintar a los miembros de aquella junta y tal vez a todos los funcionarios de la clase civil y política de aquella nación que cumplieron su papel durante los diecisiete años del régimen, como si fuesen gorilas. En verdad la comparación con gorilas, aparte de la pretendida afectación peyorativa que incluye, debe considerarse honorable y justa si se estudia a fondo las características, disciplina, trabajo y fuerza, nivel de aprendizaje y nobleza que tienen los miembros de esta especie de homínidos evolucionados en caso; opinión personal, de que la Teoría de la Evolución y el Origen de las Especies, sea algo mas que eso; una teoría.

La investigación histórica contenida en este intento o aproximación a la idea de un libro, si algún valor tiene debe ser el de arrojar nuevas luces y enfoques, mas que a la persona, genio y figura de Augusto Pinochet Ugarte, es la de mostrar las partes deliberadamente oscuras de su persona y régimen que han sido divulgadas y manipuladas sin reparo alguno. Aclarar aunque sea una parte de lo mucho que se ha manipulado dejando el resto para que lo aclare la Historia como el río se va limpiando al paso de la corriente. Esta actividad no está exenta, como ninguna cosa en la vida; del fantasma perseguidor del riesgo. Vivir es un peligro. No vamos a hacer una sentencia de descargo de toda culpabilidad de la sentencia alegre, apasionada y a destiempo - por las prisas de la postmodernidad acaso - que pesa y descansa sobre Augusto Pinochet, su obra y hasta sobre su memoria. Consideramos sensatamente que no la necesita. Una sentencia de tal jaez le viene sobrando. Lo que pretende esta investigación contenida en este fajo de papeles , fotografías y documentos ya desclasificados, no es repetir lo que otros tantos en su respetado derecho, han preferido consignar en los libros que han publicado, muchos sirviéndose de la manida estrategia del escándalo y del viejo recurso del dramatismo para convencer y vencer en el margen de ventas. Este libro lo que pretende, y tal vez no lo logre nunca, es enderezar y equilibrar el fiel de la balanza de la historia en torno a la vida y obra del General Augusto José Ramón Pinochet Ugarte.

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