martes, 7 de febrero de 2012

El Fantasma de Diana King
Prólogo

Nueva York es una ciudad vacía. Sus cinco barrios, Manhattan, Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island están llenos de gente y de asfixiantes autos, de corredores de bolsas, de lobistas,  de bohemios existenciales, de desinhibidos y desenfadados, de artistas y oportunistas. Todo en medio de una triste soledad de cemento, cristal y acero, donde los semáforos son interminables, los taxistas parecen saltimbanquis ante las leyes de tránsito y cada persona viste la máscara de la triste alegría y de la amarga tristeza.

De los cinco barrios, ninguno como Manhattan. Manhattan es la verdadera musa de Woody Allen. Nada de Diane Keaton, la modosa Mía Farrow, Diane West o las más jóvenes como Scarlett Johansson.

Manhattan alberga todos los demonios interiores del Bergman reciclado. Su genialidad al describir de modo descarnado las neurosis y costumbres de los neoyorquinos, de los que pisan sus calles, esos sonidos que a modo de una especial sinfonía urbana caracterizan a Manhattan, es irrepetible. Cada megaciudad tal vez, pienso yo, tiene sus propios ruidos y olores. El sonido, o el sonido del silencio de Simon y Garfunkel se pronuncian en alta voz en esa Babel de hierro.

Nueva York está lleno de iglesias de toda confesión: católicas o protestantes, diseño arquitectónico y variedad étnica. Las hay conservadoras y de gran mayoría blanca con rostros que nos obligan a imaginar a los pilgrim fathers, hay sinagogas judías y mezquitas musulmanas,  hay iglesias africanas, para inmigrantes franceses, para latinos, en fin, toda una acuarela racial y religiosa. Pero casi nadie se atreve a asumir o a afirmar que Nueva York sea una ciudad espiritual, un destino místico.

Nueva York es la meca de los demonios postmodernos. Allí, cada día, a lo largo del año, deambulan demonios  por las avenidas y calles, como también vagabundean demonios creativos en las mentes de los artistas que se van allí a  buscar inspiración, a “hacerse” artistas, como antes buscaban la bohemia de Paris.

En esa ciudad también habitan los fantasmas y no poca cantidad de leyendas urbanas acerca de aparecidos, de bellas mujeres con traje de novia que buscan al prometido que las dejó plantada en la ceremonia nupcial, de personas heridas sangrantes que piden ayuda, pero sus voces no se escuchan, de actores ya fallecidos que piden presurosos un taxi en Times Square o despegan una goma de mascar en la acera de Radio City Music Hall. Nueva York nunca duerme.

Todo artista de cine que triunfa en Hollywood trata de que lo vean en Nueva York. Aunque entre uno y otro punto haya miles de millas de distancia. De la Calle 42, en Times Square al Science Center, en Park Drive, Los Ángeles hay 2,804 millas, un día y 21 horas en automóvil en un recorrido de costa a costa.

Las coordenadas de Manhattan son: 40’ 43 N, 74’ 00’ O. En ese punto del globo se va a desarrollar gran parte de la historia aquí contada, la búsqueda incesante, en mi interior mismo y en las tristes calles de la gran manzana, del fantasma fascinante e inigualable de Diana King.

W. Weidle, en su “Ensayo sobre el destino actual de las letras y las artes”, declaró que: “asistimos al ocaso de la novela y del drama porque el artista de hoy es impotente de entregarse enteramente a la imaginación creadora”. Si el autor tiene razón entonces resulta una vana empresa,  y mas para un escritor imberbe, embarcarse en la idea de escribir una novela.

Ernesto Sábato dice en “Hombres y Engranajes” que “la literatura actual es la literatura de lo único, de lo personal”. Haciéndole entonces mas caso al autor de El Túnel y de Abbadon el Exterminador, comenzamos, tratando de no ser exterminados en el intento, a escribir esta suerte de novela, de cuyo curso y discurso pretendemos dejar fijados algunos aspectos en este estudio preliminar.

Es cierto que a los escritores del Siglo XX y del actual XXI, “se les hace  muy difícil trascender el propio yo, hipnotizados por sus propias desventuras y ansiedades, eternamente monologando en un mundo de fantasmas”  (Ernesto Sábato, “Hombres y Engranajes”.)

Pero, para Julien Green, “escribir una novela es en si misma una novela de la que el autor es el héroe. El cuenta su propia historia, y si se representa a si mismo la posible falta de objetividad es que es bien novicio o bien tonto, puesto que no alcanzamos a salir nunca de nosotros mismos”.

La atmósfera de esta novela “El fantasma de Diana King” hace caso de Sábato cuando dice que “el paisaje es un estado del alma”. En esa atmosfera se mueven tal vez dos o tres personajes entre cientos o miles de anónimos urbanos de su atmosfera fantasmal y nocturna del mundo onírico, o a veces festival y cotidiano de la realidad posmoderna del Manhattan globalizado. Un mundo de fantasmas junto a figuras reales, bien delineadas, táctiles y diurnas del arte y la cotidianidad burguesa que se pasea impenitente ante las vidrieras fashion o suben al Empire State Building buscando curiosear en el mundo celestial, rascando el cielo.

Cuando descendemos a los grandes y sustanciales problemas, angustias, incertidumbres y neurosis del hombre actual, poco importa si estamos en los rascacielos del Manhattan elegante o nos encontramos bajo la carpa azul de un refugiado de Darfur o del Congo.

Nuestra novela se desarrolla en un nuevo subsuelo que ya ha sido pisado sin embargo por muchos transeúntes de la literatura. Este subsuelo está por debajo, muy por debajo, de la realidad formal del realismo burgués y cosmopolita.

Este primer intento de novela pretende ser lo mas irracional posible. La vida tiene varios siglos postrada ante el dios de la razón, creación griega antes que cartesiana. Se necesita concebir a fuerza de tesón y contradicciones, una nueva estética, un nuevo habitáculo para el arte y sus postreras creaciones, una nueva realidad ficticia creada en los abismos y subways de la mente y condición humanas. Hay que fundir un nuevo becerro de oro al pie del monte.

Los deseos, las pasiones y neurosis son mucho mas importantes, necesarias y determinantes para la marcha de la sociedad que la razón misma. La razón solo nos sirve para razonar, pero lo que realmente mueve-leit motif- la rueda del progreso humano es el deseo y los intereses. Cuando el deseo se arma de razón el mundo y la sociedad evolucionan, avanzan, y ese conjunto de avances, dentro de un grupo humano mas o menos heterogéneo, construyen al paso del tiempo, una civilización.

En El Fantasma de Diana King, quisimos reducir la nómina de personajes, algo que bien pudiera parecerle fácil a cualquiera, sin embargo se trata de todo lo contrario, esa reducción fue con el interés de crear una especie de “menaje a deux”, de juego de tenis, donde la bola se mueve de una cancha a otra y los extras del film son meros espectadores anónimos oscuros y difusos que son apenas citados en ausencia como referencia de algún hecho.

Al escribir esta novela nos sentimos heridos por la diatriba orteguiana de la deshumanización del arte, en el sentido, sostenido por el sabio español, de que existe una división entre el arte y el público y la visión de Sábato en contrario, de que lo que ocurre es que es el público el que está deshumanizado.

La narrativa o el cuerpo de la novela en sí, constituye una galería de paisajes- estados del alma- de figuras que van desde el naturalismo purista hasta el cubismo o expresionismo narrativo, en caso de existir o haberse detectado la existencia de una suerte de literatura cubista o alguna escuela de cubismo literario.

No pretendemos explicar la novela. El arte no necesita explicación ni excusa. La novela se explica sola, por sí misma, o se la explica el lector ante la experiencia de avistar en perspectiva estas pinturas de una exposición. Aunque lo deseable sería que al finalizar la lectura se sienta estar ante lo inexplicable y mas confundido y perplejo que al principio. El arte; y la novela no es la excepción, es creado, concebido y parido, al igual que la existencia misma, en un ambiente de incertidumbres y temores, en terreno resbaladizo, en un universo tambaleante e inseguro y confuso.

Mientras escribía, letra por letra y palabra por palabra, cuando no experimenté temor y angustia- incluso hasta las lágrimas- abandonaba el proceso creativo por falta de una atmósfera apropiada. Ahora bien como los mortales nunca podemos salirnos de nosotros mismos, es preciso asegurar aquí que el autor es la misma novela en sí. Narra sus vivencias o ficciones con casi total honradez.

Y el elemento moral de la honradez lo citamos como un desagravio a quienes apuestan ciegamente a que la realidad “real” y cotidiana de la vida inunde y sea el tema fundamental de toda o casi toda creación artística. Me basta con que un autor anuncie con gran pompa que su obra está basada en hechos reales para sospechar profundamente de su pretendida originalidad. Las únicas creaciones literarias basadas en hechos reales, me parece, son las informaciones del noticiero. Pero esa realidad misma puede ser pura ficción, pura invención de intereses y corporaciones internacionales que se disputan y reparten el poder global. En cualquier obra, por más que se pretenda ocultar al autor detrás del bosque imaginario, detrás de los personajes, de las pasiones y dolores, siempre y sin falta esos mismos árboles y esos mismos personajes y sentimientos mostrarán su rostro y gritarán en alta voz el contenido, la llenura o el vacío existencial de su alma.

El Fantasma de  Diana King puede ser tomada como una novela sicológica al buen estilo de William Faulkner; existencialista al estilo de Jean Paúl Sartre; angustiante como La Metamorfosis de Frank Kafka;  provista de un abundante monólogo interior, al estilo de James Joyce; insignificante como un folletín policíaco; altamente romántica en transición al realismo como el Emilio de Rousseau o la Educación sentimental de Gustave Flaubert, o acaso con una pizca de novela gótica al estilo de Los misterios de Udolfo de Ann Radcliffe. Mi Fantasma es una novela trágica también, o le debe tal vez algo a la “Niebla” de Miguel de Unamuno.

Nos preguntamos al ceder a la tentación de comenzar a escribir una novela, de qué íbamos a escribirla; la respuesta no se hizo esperar: De los problemas esenciales del hombre y su destino. ¡Vaya preocupación nueva y recién inventada para tomarla como excusa para escribir una novela!, el tema es tan viejo como la existencia humana misma. Ha estado presente siempre desde los anales de las civilizaciones, en el génesis mismo y en los vanos pensamientos del hombre en todas las épocas.

Ahora bien nos faltaba el incidente. El hecho acaso vulgar en esta era de la desinformación y de las angustias virtuales. Nada mejor que un fantasma como el personaje central de esta novela: Nos ahorra descripciones físicas o de ropa, del carro que conduce, de la marca de perfume o de la comida que come. Acaso los grandes personajes centrales  de las grandes novelas de todo el mundo de la historia de la literatura, han sido también fantasmas creados por el artista y ensamblados en los talleres de su mundo onírico y existencial.

Este intento de novela es plena e intencionalmente metafísica. Si de algo está herida y penetrada es del espectro de la soledad y del fantasma de la muerte. Quien se atreva a leerla no debe esperarse finales felices. Cada capítulo podría ser una novela en si misma. No se sigue ni tiene un sentido cronológico de los acontecimientos. Luego del obligado prólogo y de los antecedentes, los capítulos fueron seleccionados al azar, como un mago que saca conejos muertos de su vieja chistera. Ni siquiera “Memorias de un suicida”, que termina con la muerte del protagonista lanzándose del piso cien del Empire State Building, mereció ser el final.

El Fantasma de Diana King narra en ella, según Sábato, “el amor carnal no satisfecho, no con la crudeza exacerbada de estos años, sino como un ansia de elevación espiritual en fugaces e intensos éxtasis”, mientras el personaje se enfrenta al trágico problema humano de la comunicación y del sentido a la humana existencia. Adam Rosemberg, dicho con toda sinceridad es un atormentado, mientras que Diana King es tan profunda como incomprensible. Ambos fluctúan como péndulos desde la intensa felicidad a la más absurda y profunda tristeza dentro de los posibles intercambios entre ellos en un mundo onírico e imaginario.

Holderlin decía que “si el hombre no se ocupa del infinito no vale la pena que nos ocupemos de nada”. Por ello los dos personajes centrales se mueven en el infinito, se percibe esa falta de dimensionalidad y carácter lineal en el discurso y en el vacío en que se mueven como fantasmas, ingrávidos y sin formas definidas. Desde el principio de la novela, se puede oler esa atmósfera de imposible y ese vaho conmovedor de la proximidad real de la muerte.

El ansiado logro de la mujer fantasma buscada afanosamente en las cuadras y estaciones del Metro de Nueva York, en sus museos y bares de jazz, y en las calles, templos y catacumbas y subterráneos de la ciudad interior de la mente del autor, hace suponer la suma de una amargura e infelicidad plenas para el personaje. Sin embargo, hasta la amada misma que él busca, está marcada- al igual que él- por la transitoriedad de lo terrenal y por el estigma de la muerte. Esa frágil y momentánea felicidad del amor alcanzado en sus propias condiciones, las ilusiones perdidas, los momentos de entrega espiritual y física, todos, están de modo inexorable montados en el riel de la línea de ensamblaje que lleva hacia la muerte, sin excusa ni remedio.

La muerte como tema es fascinante para los creadores de todos los tiempos y de todos los movimientos del arte. En el arte naturalista, desde las famosas uvas de Parrasio hasta la pictorrea de bodegones, naturalezas muertas y arte abstracto que ha parido y sigue pariendo el arte occidental, reina la muerte. Una naturaleza muerta, o un paisaje de Turner, pretenden eternizar un instante dentro de un conjunto que está en constante movimiento, cambiante de gestos y de formas.

La novela debe colocarse en las antípodas. La novela es movimiento de los personajes en áreas físicas descritas y durante hechos y situaciones de la narrativa en su conjunto, en el marco de las unidades de espacio y tiempo. Bástale al lector volver sobre sus pasos para reencontrar las diferencias de cada cuadro de la gran exposición que supone una novela, para descubrir como se interrelacionan se ignoran o se atañen.

Cada estadio de la obra contiene estados del alma de los personajes y del autor mismo. Ya sea mientras los escribía o según a lo que le era dable expresar en el momento. Esta novela tiene sus propios demonios. Los dioses del mundo luminoso del Olimpo y de la Roma clásica que inspiraron y al mismo tiempo fueron suplantados por el arte del Renacimiento no pueden; ni deben, atreverse a aparecer en los sucesos aquí narrados. Los dioses y fantasmas de esta tentativa de novela, son figuras crueles y oscuras que cual heraldos del mal anuncian a voz en cuello el derrumbe ineludible de esta civilización. La caída y el autoaniquilamiento de esta gran bola de mierda - apunta Pastor de Moya - que se llama la Globalización.

En esta novela hay más de un fantasma. La misma Diana King puede tal vez haber salido mal parada en estas páginas y haberse humanizado un poco. El hombre mismo que la persigue y busca ansiosamente, puede, a la inversa, haber perdido mucho de su humanidad y haberse convertido en un fantasma nuevo, cómplice de sus propios demonios.

Si la narración se mueve en dos terrenos a la vez, es en el campo de la metafísica y en el de la realidad creada. Ahí también se mueve la condición humana. Creando este fantasma hemos sentido asco por lo grandilocuente, por lo incidental o noticioso, por lo que exceda los límites-  en caso que los haya-  del universo metafísico que habita o debe habitar en el hombre. Hemos querido rehuir también lo netamente “literario” aunque afirmemos que se trata de una novela; sospechamos vivamente de todo lo que pueda ser considerado como convencional, formal y literario en el sentido más estricto de esta bella y última palabra.

Nos interesa bucear hasta el fondo del problema buscando las verdades últimas, sin detenernos mucho en contemplar los cardúmenes de bellos colores que nos pasan por el lado o los arrecifes de coral que encontremos en el camino. Cada quien va tras lo suyo y vive su propio infierno personal. Rechazamos lo puramente literario porque las palabras son el medio, no el fin que comunica la vida  cotidiana, onírica, fantasiosa, fantasmal o fantástica de los personajes de la novela. Las palabras, creo yo, tratan de no interponerse entre el lector y la historia que se está contando. Son apenas humildes cadenas transportadoras de sentimientos y estados del alma.

El Fantasma de Diana King pretende también- acaso no lo logre nunca- confundirse en un solo ser con la persona de carne y hueso que lo ha creado, respalda y alimenta. Como autor debo decir que estos hechos me ocurrieron a mí, aunque gran cantidad de lo aquí contado es producto de mi delirio y de nuestra pura invención. Son ficciones extraídas del alma de un atormentado. Mucho del contenido de este Fantasma es verdaderamente falso, o falsamente verdadero. Es una técnica, usada por miles de autores, de obtener un árbol nuevo mediante la práctica agrícola del injerto: Narraciones metafísicas injertadas en hechos reales para producir algunos frutos de ficción.

No todo lo descrito en el Fantasma es cierto. No todo es realidad. Nada es verdad absolutamente. La vida misma, bien mirada, es una ficción parida por la realidad y deformada por el hombre en su accionar cotidiano o, en el mejor y mas corriente de los casos, una combinación de incertidumbres y certezas, donde las primeras prevalecen al vivir diario y la segunda solo conduce y asegura la muerte. El Fantasma es también una novela surrealista, un manifiesto estético y hasta un manifiesto existencialista. Es además una abierta, constante y sonante oposición a todo  lo racional y hasta contra casi todo lo formalmente ético.

Nada mas aparentemente cuerdo que el hombre en sociedad; nada mas irracional y cierto que el hombre en un manicomio, y nada mas auténtico y creíble, cuando el artista apoyado en su aguda y especial sensibilidad, trasunta y detecta algunas fisuras ocultas o algún derrumbe cercano que los demás, aparentemente normales, no podemos ver.

El artista reacciona entonces contándoselo al mundo valiéndose de los medios artísticos de que dispone. Los materiales son su palabra, su voz, el medio y el mensaje mismo. El arte es el lenguaje, voz, medio y forma del artista expresarse. Ahora bien no todos los mortales ni en igual intensidad y detalle captan, entienden y descifran los gritos, códigos, reclamos y balbuceos que utilizan como medio de expresión para comunicarse.

Todo arte es expresionista y figurativo, ninguno es abstracto y todos fueron vanguardia alguna vez. En este Fantasma están mis angustias, gritos, balbuceos y dolores en la búsqueda existencial de lo imposible. Porque hasta lo posible puede ser buscado.

Si alguien quiere acompañarnos a la búsqueda frenética de un fantasma, que por más señas se oculta en Nueva York, lo hará por su propia cuenta y riesgo.

La Escritura en la pared

La escritura en la pared

“En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey veía la mano que escribía”.
Daniel 5:5

Dudé mucho en incluir este texto, en esta novela. Tal vez se deba a que la totalidad de la historia no me ha sido revelada todavía. (Tal vez nunca lo hagan mis visitantes o mis huéspedes internos) O han preferido contarme solo una parte, dosificada y a cuentagotas, de esta aventura fantasmal y fantástica. Debo afirmar aquí, casi con total honestidad, la presencia grata , sentado apoyada la mano derecha en su bastón de cayado, de Jorge Luis Borges; parecía estar hurgando en los pasajes secretos de mi mente, buscando argumento para alguna de sus ficciones o, tal vez sosteniendo alguna amena conversación, (sospecho o presumo que de temas literarios) con el fabulador de Chesterton. El caso es que Diana me hizo llegar un mensaje donde me aseguraba que podría verla durante horas de la noche en una dirección en Manhattan. El mensaje decía: “Adam, estaré a las once de la noche en la 14th Street a esquina Octava Avenida. Trata de llegar puntual”

Borges es inimaginable en Nueva York, sé, o tal vez me dijo por medio de sus escritos, que la ciudad le resultaba asfixiante e inhumana, desprovista de encanto y de inspiración para las manifestaciones del arte. A Borges, lo imaginamos siempre vagando y divagando por Corrientes o por la Avenida de Mayo, en ruta a la Universidad, con algún tomo debajo del brazo; pero jamás aferrado a un frío tubo de metal de un vagón del Metro de Nueva York, comiendo alguna hamburguesa.

Estaba en el lugar y a la hora señalada. Entonces pude verla. O creí ver a Diana King. Debo reprimir toda emoción al narrar esta historia, para no perder la posible objetividad, pero, quién habría de pedirle objetividad a un novelador, a un tejedor de falsedades literarias. El artista, el arte mismo nos miente siempre o; al menos el buen arte se toma la preocupación de mentirnos siempre y sin remedio. No se le puede pedir el extraño fruto de la Verdad a la vulgar boca mentirosa. Recuerdo, haciendo un esfuerzo por reconstruir los hechos, lo que vi o creí ver; lo que soñé o creí soñar; que me encontraba encerrado en un lugar previamente ubicado y seleccionado para sus propios y oscuros fines por Diana. Se trataba de una especie de sarcófago urbano y posmoderno pero al mismo tiempo como ancestral, con olor y aspecto de antiguo abandono, aunque se encuentra en pleno centro de Nueva York.

 El depósito medía, o me pareció que media o mide, en caso de no haber sido demolido por la administración de la Ciudad; mide, les dije, como tres metros por tres metros, con un techo también de tres metros. Al verlo pensé en mis moradas y ciudades interiores abandonadas y heridas de descuido. Entonces, haciendo algo de luz con un fósforo semihúmedo, pude comenzar a ver las extrañas escrituras que plagaban las paredes, que, de pronto y sin aparente intervención de la mano del hombre ni de ningún removedor alguno, comenzaron a desaparecer. Extrañamente Diana no se había presentado al lugar. Yo había llegado puntual, con la resignación del que acude a una cita con el dentista, ella no había acudido a la cita que ella misma me había hecho llegar. Sabía que estaría allí, sin falta ante ella, que la única cita que pondría por delante y por encima de la posibilidad de verla y aspirar sus olores, seria mi encuentro ineludible con la muerte. Pero no asistió ni he tenido noticia, (ni me ha sido revelada aun) que me informe o haga saber de por qué me dejó solo, me hizo descender a esos abandonados infiernos con la esperanza de verla y sin embargo no fue, no asistió a la cita con la puntualidad acordada.

Lo aquí contado no escapa a lo conjetural y pretendidamente poético. La mujer es una conjetura en forma de poema, o tal vez un falso poema no bien conjeturado. Todo negocio, todo intercambio dentro del plano de la relación con las mujeres debe ser, creo yo, poético, musical, físicamente espiritual y al mismo tiempo espiritualmente físico, además debe ser lujuriosamente lúdico; para que de esa forma y modo, pueda dar la impresión (como experiencia sensorial y del espíritu) de que se trata de algo conjetural e inexacto, un incidente que se mueva como la vida misma en el terreno húmedo y resbaladizo de la incertidumbre. A las mujeres, creo yo, con Diana incluida en la larga lista, les fascina esa fórmula de lo inseguro, aunque apuestan a ganar seguridad en las relaciones personales, pero también y de modo paradójico, les atrae y abstrae lo inseguro, lo medio sugerido, lo medio entregado, lo que está a mitad de espera y de camino, lo que está por llegar todavía.

Diana no difiere de estas apreciaciones y cavilaciones mías hechas ante aquellos muros fríos y grises. Un mortal encerrado en un asfixiante especio rectangular de tres por tres metros. Pensaba en ella y la arrastraba hacia las partes más profundas e interiores de mi pensamiento. Esos ejercicios del pensamiento, ese vago cavilar, esas rutas inverosímiles, aviesas, torpes, imprevistas e inseguras de mi mente contienen a la Diana ausente y huidiza. La aprisionan o creen hacerse a la idea de que la aprisionan, la llevan cautiva a los altares personales de la entrega, la tienen o creen tenerla como un cervatillo herido sin mas remedio ni medio de escapar; que ve, sin poder hacer nada, el filoso cuchillo del matador. Mis relaciones con Diana King no difieren mucho en el fondo de las otras relaciones mías con las trece mujeres que han pisado mi huerto. Las marcas de su paso me han quedado, pensé; mientras me encontraba encerrado, abandonado a mi suerte, sin hacer ningún esfuerzo por escapar y con la remota esperanza de la aparición de Diana cada vez más débil, cada vez menos parecida a lo lógica y razonablemente posible.

En una de las paredes apareció, primero entre humeantes brumas de los páramos de mi mente y luego de manera visible, una mano que escribía y escribía sin cesar utilizando caracteres antiguos, indescifrables para mi entendimiento, profundamente incomprensibles, cifrados en signos y símbolos arcaicos y que nunca había visto o no recuerdo haber visto ni en Egipto ni en el Museo Británico, ni en ningún ánfora griega. De pronto Diana King comenzó a manifestarse, a aparecer, a hacerme notar su presencia. La mano seguía escribiendo ajena a mi presencia física y a la presencia fantasmal de Diana. (O tal vez en esos instantes yo era un fantasma mas en la estrecha habitación) Pensé por un momento, esto siempre dentro de la inexactitud propia de la conjetura, que la mano bien podría ser la continuación del cuerpo amorfo y vaporoso de Diana, o, en todo caso, que ella misma dirigía la mano que recorría las rutas grises y aportilladas de esas paredes olvidadas y tristes.

La mano seguía escribiendo y aunque yo no entendía nada del significado de sus escrituras en los muros, llegué a sentirme profundamente angustiado por el posible contenido de lo escrito. Serían sentencias de muerte, serían palabras de sabiduría, sería alguna novela fantasmal y erótica, serían quizás edictos en mi contra, o tal vez esas escrituras en la pared, indescifrables para mí, habrían de contener el decreto final y el anuncio de la caída inexorable de la civilización occidental posmoderna, ya herida de muerte, que se tambalea siendo engullida por la serpiente de la Globalización. Desde un principio del milagro de la escritura en la pared, sentí preocupación no solamente por mi, que estoy condenado al destajo, sino por el hombre mismo, por la sociedad decadente en que vivimos, por el retorno necesario e inevitable del hombre a la creación y a la naturaleza. Europa es un continente de viejos, que necesita manos jóvenes de inmigrantes que hagan el trabajo que ellos no han querido hacer y que ahora, por la artritis, los males de Parkinson y del Alzheimer o por senilidad, no pueden realizar.

Se han negado por décadas a procrear. Les basta con alguna mascota, algún perro mudo por un artilugio tecnológico para que sus ladridos no molesten su adorado silencio. Europa se está muriendo de vieja. La mano borraba algunas cosas que considero terribles, instantes después de haberlas escrito o tal vez las reescribía, pienso yo, en términos mas graves y sentenciosos debido al cabalgante retroceso, exterminio y decadencia que vive la sociedad actual. En esa caverna urbana, donde no entraba el bullicio de los interminables transeúntes de la ciudad, se estaba redactando y emitiendo la sentencia en su contra. Se estaban emitiendo los decretos y sentencias de muerte, ya sea muerte física o espiritual y la muerte masiva en el mas grande cataclismo provocado por el hombre que habrá de tener lugar muy pronto. Iban socializando con sus teléfonos celulares, algunos sentados en el suelo del Metro o en alguna acera, interactuando con sus laptops y sus tabletas electrónicas, escuchaban música por sus infaltables audífonos que utilizan para ahogar las voces de los demás seres humanos y apagar los aullidos o gritos de su voz interior, en caso de que no la tengan adormecida. Caminan infatigables de una avenida a otra, de una calle a otra. Los semáforos de peatones los detienen por minutos y luego, esa serpiente humana de anónimos urbanos que no va a ninguna parte, comienza a caminar, con su botella de agua mayormente en el verano o con su café caliente en su vaso foam en el invierno y ante los fríos del otoño que ya anuncian la llegada del invierno.

No se si quería escapar de mi encierro, en verdad no quería salir de allí, viendo ese interminable film al que el resto de la indiferente población mundial estaba ajena. Le estaba vedado ver su propio destino, la sentencia ineludible que le aguarda, tan ocupada como está en participar en los bacanales de la fiesta de la era de la información y la tecnología, del comercio de lo innecesario, de la degustación irresponsable y exhibicionista de lo novedoso, aunque no lo necesite. En las grandes ciudades hay depósitos de alquiler para guardar todo lo que nos sobra y ya no cabe en las casas. Se organizan ventas de garaje para comprar nuevamente lo que ya hemos tirado a la basura hace meses; sin embargo en Somalia la guadaña de la Muerte se ceba en las vidas de toda una generación, mata a miles de niños sin alimentos y sin esperanza, mientras un exclusivo grupo come caviar, salmón del Mar Muerto, apura los vinos mas exquisitos y se reparten las fortunas y colman de regalos y favores a sus amantes.

El drama es estremecedor, la inequidad social es una maldición y la mas cruel forma de esclavitud. El hombre no aprende las lecciones de la naturaleza ni de la escuela de la historia y entonces se da el lujo de repetir verdaderos errores sustanciales que llevarán a la actual civilización mundial, la que ha alcanzado las mas altas cimas de desarrollo en toda la historia de la Humanidad, la arrastrarán y la están arrastrando al cataclismo y a la hecatombe. Este sistema de cosas, este desorden mundial, pensaba mientras contemplaba las formas caprichosas y antojadizas de Diana, no resistirá mucho tiempo. Durante la crisis financiera global, que no fue provocada por imprevistos, ni por violación a las leyes fundamentales de la ciencia de la Economía, hubo Gerentes que se llevaban en los bolsillos alrededor de un millón de dólares por día para sus casas; otros medio millón, y muchos otros se robaban cientos de miles de dólares por día. No hay uno solo de ellos preso y el daño que le han hecho al orden económico global es irreparable en siglos.

Fue entonces el momento en que pude escuchar la voz inconfundible de Diana King. Era la Diana Profetiza, interpretando para mi las escrituras y sentencias escritas en las paredes de mi encierro. La primera de las escrituras que me interpretó, en la primera profecía, era referente a que la Globalización se engullía a si misma después de engullirse al actual sistema de la sociedad de consumo y libre comercio. Estaba y está, poseída de una insaciable gula global, abarcante y asfixiante que la lleva camino de su propia destrucción. Un sistema puede parecer perfecto porque solo vemos las de ganar y ganar. Al obtener tanto y tanto se llega a creer que es un sistema o un estado de cosas invencible, que los demás se están haciendo cada vez mas débiles ante nuestro avasallante desarrollo; pero se comete un error fatal, se olvida o se descuida al peor de los rivales que podemos tener, al peor y mas cruel de nuestros enemigos: A nosotros mismos, al enemigo interior que cada vez crece y se fortalece mas dentro de nosotros mismos, en las entrañas del monstruo. Igual acontece con la democracia como sistema. La democracia se fundamenta en la Libertad como uno de sus valores fundamentales, o tal vez como su valor fundamental. Sin embargo, el uso y disfrute abusivo de la libertad es una de las conductas mas opuestas al espíritu de la democracia misma. La democracia actual está herida de muerte por la hidra del libertinaje.

La segunda profecía de Diana hace quedar pequeños y como un juego de niños a la situación mundial descrita en la novela “1984”, publicada en 1948, por George Orwell y a la famosa broma radial de Orson Welles de la invasión de los marcianos. Diana me contó un panorama terrible y profundamente aterrador para el mundo de los próximos años, que me hizo recordar a Mel Gibson y el ambiente, entonces futurista, descrito en “Mad Max”. Un mundo aterrador y solitario, aunque se sospecha que hay humanos deshumanizados escondidos y al acecho para agredirte, avenidas interminables y solitarias, plazas también solitarias, falta de combustible y agua potable, calores infernales y esa terrible soledad interior, esos páramos grises, yermos, solitarios, improductivos, sin población e inútiles para toda creación, fueron mostrados y descritos ante mis ojos por la mano prodigiosa e indescifrable para mi y por la voz fantasmagórica y triste en ocasiones de Diana King.

Los países que anteriormente exhibían estabilidad económica, desarrollo, y riquezas iban cayendo, en la tercera profecía de Diana, como fichas de dominó. El G20 que años antes era una expresión de poder económico, capacidad militar y desarrollo científico, aparecía en ella como un anciano senil enfermo de várices, con la presión alta, ya operado de la próstata, enfermo de diabetes y ciego, tomando calmantes ante los dolores insoportables del cáncer de colon. Era la muestra mas fehaciente del fracaso del sistema económico global, en el que los ricos se van haciendo cada día mas ricos y los pobres se van haciendo cada día mas indigentes. La gran plataforma económica de los Estados Unidos, tenida como tope máximo de la civilización occidental y del mundo en general, se tambalea, herida de muerte.

En el cuarto escrito profético pudo verse que la naturaleza también había estado protestando por décadas. La primera y mayor concentración de gases y de calor recibida por ella desde la creación misma de la atmósfera y de la biosfera, que son la casa natural de la especie humana, tuvo efecto el 6 y el 9 de agosto de 1945, con la bomba contra Hiroshima. La segunda fue la de la planta nuclear de Fukushima, también en Japón, que ha venido a ser el peor desastre de la historia de la era nuclear inaugurada por los Estados Unidos a finales de la Segunda Guerra europea. Hemos echado a perder nuestra casa, el hombre ha destruido, me gritó Diana casi con furor, el equilibrio de la naturaleza, sus leyes inmutables y eternas y ella, la Naturaleza va a vengarse o mas bien ya está vengándose. Vi paisajes asolados donde solo volaban cuervos y aves extrañas que jamás había visto, buscaban carroña humana entre los escombros humeantes del mas grande cataclismo de la historia de la humanidad, picoteaban y removían con sus patas con garras negras y grises entre los restos de ese enorme cementerio urbano, que, por sus tantos cadáveres quemados y a medio quemar, en nada se diferenciaba de la desolación de un campo de batalla, cuando se llega al epílogo de la destrucción recíproca.

La quinta profecía de Diana fue, necesario es decirlo, tan deprimente y demoledora como las anteriores. En esos vastos territorios de la nada, sin ríos ni arroyos porque ya habían sido agredidos terrible y sistemáticamente por la raza humana, se veían mujeres desplazadas y refugiadas de Somalia y de la Ciudad de Goma, o tal vez me parecieron ser de esas ciudades del África hambrienta y pestilente porque ya tenía guardadas imágenes semejantes obtenidas en los noticieros de CNN y de las cadenas de noticias mundiales. El hambre estaba azotando en el continente negro. Los niños parecen sacos de huesos desprovistos de carne, con las bocas semiabiertas y la mirada perdida en los paisajes de la nada, sin apenas avistar la esperanza y se aferraban a los brazos cansados y a los pechos ya secos de sus madres. Las moscas y demás bichos voladores se le entraban en la boca y los picaban y cubrían, dándole la atención que no han recibido de la llamada comunidad internacional. Una frase que describe a algo que no existe, una verdadera versión posmoderna de la Utopía de Saint Simon.

La sexta profecía se refirió al comercio y a las humanas miserias existenciales propias de la sociedad de consumo. Injusta e inequitativa la llamó Diana. El hombre es un objeto y a la vez un sujeto de la sociedad mercantil. Ella busca, mediante la innovación tecnológica que condena al zafacón a una invención reciente porque ya llegó al mercado alguna nueva, busca satisfacer esa dependencia mental del consumidor que visita los grandes malls a ver si encuentra felicidad en las góndolas del supermercado. En las farmacias y bajo receta médica, en los Estados Unidos y en muchas potencias, se venden y suministran con cupones, las llamadas happy pills o pastillas de la felicidad, verdaderas drogas par ayudar a soportar la carga de la existencia.

Luego de esta sexta interpretación de las escrituras dejadas en las paredes de aquella celda, me parece que quedé dormido, aquella sexta profecía había sido demasiado desgarradora. Vi morgues improvisadas almacenando cadáveres, fosas comunes como las del holocausto judío, trozos de cuerpos tirados por el suelo, siendo pasto de las llamas o de los picos de las aves de rapiña en un aquelarre del valle de la muerte. Vi rostros infantiles de niños muertos que me miraban sin verme, reclamándome no haber hecho nada para evitar sus muertes. Sé que muchas de esas imágenes las debí haber visto en mi sueño que no sé cuanto tiempo había de durar o si todo esto lo soñé.

Pero sin duda alguna la peor de todas fue la séptima profecía. Era relativa al final de la era y de las edades y civilización humanas. Toda esa industria mal llamada de defensa, toda la investigación científico tecnológica puesta al servicio de la destrucción y de la guerra, todas esas innovaciones, el mercado mortal de la salud, donde se crean virus letales y se reviven enfermedades y pestes ya superadas por la investigación científica, todos esos miles de millardos de dólares, yenes, euros y libras esterlinas puestos al servicio de la mega industria global de la guerra, deberían usarse algún día en la verdadera, y ultima, gran conflagración mundial. La inversión no debería de hacerse en vano. Los misiles y municiones se vencen en los depósitos y arsenales estratégicos. Los programas nucleares exigen verdaderos controles de calidad y altas sumas de dinero se gastan en mantenimiento y seguridad de las plantas nucleares. Los contratistas y subcontratistas de la industria militar le pagan millones a lobbistas entrenados para colocar, promocionar y hacer vender sus armas de destrucción, sus uniformes, equipos de blindaje, tecnología de observación aérea y de visión nocturna, botas, mochilas, raciones de comida y cuanto equipo pueda imaginarse.

Las potencias mundiales y la gran águila del norte, al ver fracasado y con la tienda en llamas al sistema económico occidental que gobierna el mundo se irán a la guerra, experimentaran una terrible y masiva angustia existencial, aumentará la desconfianza recíproca entre los Estados, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, esa caja negra del mundo, se reunirá de urgencia, tratando en apariencia de evitar una conflagración mundial, ya que dadas las circunstancias y el hecho de que el arsenal nuclear disponible, es mas que suficiente para la destrucción y el aniquilamiento recíprocos. Lo que antes era contención reciproca entre Estados Unidos y la Unión Soviética había venido a ser amenaza y capacidad sobrada de destrucción del mundo entero. (Esto me lo aclaró Diana al comentarme la lectura de la profecía séptima) Mientras los ejércitos y las armadas de cada potencia, fortalecidas por los soldados de países aliados marchaban hacia el valle de Armagedon, los civiles, los ciudadanos huían despavoridos buscando donde esconderse y donde proveerse de alimentos.

 El Estrecho de Ormuz se convirtió en un infierno y en las exclusas del Canal de Panamá comenzaron las hostilidades entre las tripulaciones de los navíos de guerra que marchaban hacia la gran feria de la muerte. Los soldados disimulaban su tristeza porque tenían una dosis doble de neurosis colectiva y de falso patriotismo inyectado por las campañas oficiales al través de los medios de comunicación, ninguno podía desertar sin ser encontrados, apresados y hasta fusilados, porque llevaban en sus propios cuerpos un chip de posicionamiento global o GPS que los delataba, por lo que preferían morir en la gran batalla final de la humanidad.

La potencia que gracias a su superioridad militar, tecnológica y económica lograse sobrevivir o resultar menos destruida por el proceso de aniquilamiento, dominaría a las demás, en una forma de reinventar a la Historia y volver a los comienzos. La intención de gobernar la humanidad sobre los restos de la civilización que amenaza desde ya, desplomarse bajo nuestros pies; Wall Street, esa gran lavadora de capitales de cualquier origen, se desplomará y el dinero perderá su valor. Vi los mercados financieros globales arder como estopa, les quedará solo el refugio de la guerra, de la hecatombe nuclear. Los que acumularon grandes riquezas, producto del robo y de la corrupción administrativa, no hallarán donde gastarla ni mercado ni plaza comercial fiable ni lugar para invertir. Las verán podrirse en sus bóvedas y convertirse en hojarascas sin valor y ser comida de los gusanos en sus propios bolsillos, la inflación de dos dígitos será cosa del pasado ante los precios astronómicos que alcanzarán los productos.

Las grandes inversiones económicas en material de guerra hechas por las grandes potencias se estaban dañando en los arsenales. Los submarinos, tanques, aviones, pertrechos y misiles se estaban oxidando y caducando por falta de uso, luego de las dos guerras de ensayo de Afganistán e Irak y de la agresión de la aviación israelí, apoyada abiertamente y sin intervención del Consejo de Seguridad por los Estados Unidos, contra la República Islamista de Irán, con la excusa de destruir su programa nuclear. El ataque fue definido de exitoso por el Pentágono y se alabó la precisión quirúrgica de la selección de los blancos y el empleo de bombas inteligentes de última generación, que solo matan a los malos.

Ese ultimo baño de sangre de la humanidad fue contemplado por quien esto escribe, encontrándome entre la realidad y el sueño, en ese estado crepuscular donde podemos ver las cosas mas espantosas y nos pueden llegar los pensamientos mas estremecedores y graves. Logré salir de mi encierro tambaleándome y con una visible y notoria debilidad física. Parece que las imágenes tan desgarradoras me afectaron seriamente, me miré en una de las vidrieras de la Octava Avenida que mostraba el último grito de la colección de un afamado diseñador gay establecido en Nueva York, una de las capitales de la moda y sentí una gran compasión por mi mismo.

Confieso que me acordé de mis fallidos amores con aquel maniquí de la Séptima Avenida. Enfrente de esa tienda pude ver una pierna plástica de maniquí, tirado en la acera sobresaliendo de un cesto de basura que aguardaba la llegada del camión de la municipalidad. La sociedad actual consume más alimentos que ninguna antes en toda la historia, así como es la que produce más basura de todo tipo, de plástico, de papel, de madera y metal. Recuerdo que la punta del pie de aquella pierna hecha en China apuntaba directamente a mi barbilla.

Las visiones que pude ver, los escritos misteriosos de aquella mano profética y la interpretación de Diana descifrándolos para mi me hirieron profundamente. Anuncian la llegada del gran cataclismo que se avecina, las advertencias están por doquiera, sin embargo no entendemos el mensaje o no nos interesa entenderlo o, en todo caso no creemos o no queremos aceptar la gravedad de la situación y el peligro inminente de aniquilamiento a que está expuesta la civilización occidental.

Este orden de cosas, le comentaba a Diana, o más bien este desorden mundial, está llamado a deshacerse, a quebrarse a incendiarse en su propio combustible. Los diseñadores y sustentadores de este sistema inhumano y decadente también perecerán arrastrados por el gran incendio y por el enorme mar de lava que descenderá de las montañas de la tierra. La humanidad ha alcanzado sus mas altas metas en Occidente. Desarrollo, tecnología, era de la información, manipulación genética, clonaciones, células madres, biotecnología y toda esa gran cantidad de aparatos que no logran consolar al hombre y la mujer postmodernos ante su pesada angustia existencial.

La humanidad ha cifrado su felicidad en la estabilidad de las bolsas de valores, en la capacidad de comprar y comprar objetos innecesarios y verlos como indispensables. La felicidad no se compra en las góndolas de las tiendas por departamentos. Además vi, gran cantidad de personas, desplazados del mercado por la miseria, que asaltaban los mercados e incendiaban las grandes tiendas.

Los indignados, un movimiento global creado en las redes sociales, se apoderaba de las plazas mas famosas de las grandes capitales del mundo. Los ví en Tian Anmen, China; tomaron Times Square y Central Park en Nueva York, Les Champs Elysees en París, Londres, La Gran Vía de Madrid, en Estambul, en Grecia, en Alemania y así, el mundo se convirtió a solo un clip, en un anciano loco y agonizante. Las hogueras ardían en protesta, Jean Paúl Sartre hubiera envidiado el movimiento de masas mas de cuarenta años después de la Cause du People.

Cada potencia, cada país fue cayendo como un castillo de naipes, como una hilera de fichas de dominó. Solo les quedaba como refugio el hacerse la guerra, el matarse entre hermanos, la invitación a la última gran cena de la destrucción y el aniquilamiento reciproco, del derrumbe y el hundimiento de la civilización de la posmodernidad. Todo se agravó por una misteriosa feria de terremotos de gran escala y con alcance global en territorios de Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia y las principales capitales europeas, acompañados de tsunamis gigantescos, como si el globo estuviera afectado de mal de Parkinson y de diarreas incontrolables, y se tambaleara asustado de la hecatombe que el mismo había provocado y se despeñaba hacia la muerte.

Confesiones de un suicida

Confesiones de un suicida

En aquel día de noviembre, cuando comienzan los fríos, me fui a Nueva York. Era un peregrinaje mas hacia la nada, hacia el todo que puede dar, o desprendérsele, a un fantasma. Durante el viaje se aceleraron mis pensamientos y la idea del suicidio se fue fortaleciendo. Si lo iba a materializar debería ser allá, en la Babel de hierro, en la jungla de asfalto y soledades. Donde las calles y avenidas semejan largas e interminables lenguas negras de serpiente urbana, que lanzan su vaho en los escapes de vapor de la calefacción que surge desde el suelo; entre las cloacas, como si fueran eructos de Mefistófeles.

Esa ciudad es el escenario de mis locuras. Puedo estar muy cuerdo cuando estoy en compañía de los “boxeadores cotidianos” que menciona Ortega y Gasset en El Espectador, me siento incluso confiado e ingenuo entre ellos, a veces finjo ser uno de sus iguales y actúo de manera opuesta a mis principios. El bus arrancaba o me pareció que se desplazaba por New York Avenue de Washington, DC, mientras estos pensamientos afiebrados, estructurados y a veces inconexos y torpes, nublaban y ocupaban mi mente. La neblina, los días grises, son el ambiente perfecto para los depresivos. En verdad era uno de esos días plomizos que considero maravillosos. Por lo general la gente considera un día lluvioso y gris como un mal día. Sin embargo un día gris invita a la meditación y a la vida contemplativa. También es un día que nos sosiega emocionalmente y hasta a nivel cardíaco, contrariamente a los días soleados que invitan a fatigantes actividades físicas, al trabajo al aire libre.

Además un día gris invita a comer caldos y sopas, a abrigarnos y quedarnos en casa, a invernar sin ser invierno. Además como que los días grises invitan a copular, a la procreación y a la creación literaria, es decir al menos cinco aspectos que le dan buen sentido a la vida, entonces caemos en la cuenta de que los días grises y faltos de sol son preferibles, y tal vez mas productivos, que los días de ardiente sol. En esos días tan grises como mi vida, gris como imagino ha de ser el humo del fantasma de Diana King, no sé por qué siempre la imagino vestida de gris hasta la rodilla, con un traje recatado y sobrio, como esos de las secretarias de oficinas de abogados, con algún crucifijo de plata para alejar los malos espíritus, en el centro del pecho, que me hace recordar el “Gólgota Rosa” de Fabio Fiallo.

Me presenté a la Quinta Avenida con Calle 34, pagué el boleto de turista de quince dólares y me dediqué a fingir que escuchaba atentamente las explicaciones de la historia, diseño y construcción del Empire State, al llegar al piso cien, desde el elevador del piso ochenta y tres logré evadirme del grupo de visitantes hacia la escalera de servicios y me hallé ante una ventana de cristal desde donde se veía la ciudad entre nubes.

Seguí pensando ante aquella ventana de cristal que era indiferente a mis tristezas y como que no le interesaban mis pensamientos por buenos que me parecieran sus argumentos y contenidos, aquellas reflexiones últimas y con sabor a despedida, aquellos pensamientos de fatal entrada a la morada de los muertos, a aquella idea de la existencia de un Walhalla cimarrón. Cada civilización ha tenido su especial cuidado y hasta adoración por los muertos, una fantasmagoría fantástica que se transmite de generación en generación con la muerte como objeto de culto: Los egipcios, los Yorubas, el Vudu, los Incas y los Mayas, el dios de la muerte de los Aztecas y La Llorona, el Hades y el Seol, la cosmogonía taína de la muerte, los objetos funerarios y las tumbas sagradas, donde se confunde la ministracion religiosa con la ministracion funeraria; todas esas ideas en carnaval me pasaban por la mente, cuando de pronto siento pasos detrás de mi, pensé en menos de un segundo que era Caronte, el balsero que iba a buscar mi alma para depositarla en los infiernos, pero también, y con mas esperanza, me pareció que eran dos Ángeles, blancos y rubios, que cumplían el encargo de conducir mi alma hacia el Eterno, hacia la Divinidad, hacia la Iluminación.

Pero se trataba de un empleado de manteniendo, negro, que portaba unas escobas o algún objeto de limpieza o me pareció a mi. No me preguntó nada, ni como estaba, ni si estaba Ok, ni si planeaba saltar al vacío, ni tampoco pareció verme. Me dije entonces: Pero ni siquiera este empleado de limpieza le importan mi vida y mi destino. Debo ser intrascendente, sobrar en esta vida, ser un número sobrante de los excluidos, los proscritos de Ernest Junger de la marcha globalizante. Ni siquiera soy una parte de una estadística. En caso de que consume mi suicidio y complete mis intenciones, seré visto por el público en los noticiarios de las once de la noche. En el punto final del día en que nos atiborran de cosas terribles que han pasado en Medio Oriente, el flujo de cadáveres de soldados desde Irak, las discusiones en el Congreso de Estados Unidos sobre recortes al gasto militar o la aprobación del Presupuesto, alguna advertencia de salud, algo de moda y algo de chismes inartísticos de la vida artística internacional, todo ese coctel le es servido al ciudadano, al Homo videns de Sartori de la posmodernidad, como la leche de un biberón para que se duerma un niño. Se le mete por los sentidos ese indeseable chip con toda esa información dañina, negativa, baladí, perniciosa, letal por demás, y entonces al otro día se queja de haber dormido mal, de tener la visita inquietante de fantasmas, por haberse desvelado o despertar afectado de horribles temores y tumores de su conciencia. Entonces me sentí fantasma.

Por mera curiosidad o ni siquiera por ella, me interesó la fecha de mi deceso, quienes podrían asistir a mis deshonras fúnebres, quienes se interesarían por las causas, mas allá de los periódicos y sus crónicas rojas, por saber las causas de mi suicidio, el desgano vital, la pasión por la idea de la muerte como una salida hacia la nada o hacia el todo de la Eternidad, que sería de la repartición de mis pocos bienes y de mis muchos males, quienes me tildarían de “bueno”. Me sentía tan solo como ha de sentirse un traidor que es condenado al cadalso, a la horca, o a arder en la pira de las brujas medievales. Estaba herido de una soledad mas dolorosa y profunda que la que fue mi compañera de toda la vida, Donna Soledad de la Nada, que se negaba a acercarse a mi, se mantenía distante en un rincón y hasta se burlaba , al tiempo que me animaba a lanzarme hacia la muerte sin temor a quedar en la viudez.

Puede que no me sintiera a gusto con el tema, el argumento y con los capítulos finales o totales de mi vida. Si fuese un suicida pasional, por amor, y lo digo con el debido respeto por los miles y miles de fantasmas suicidas, creo que si fuese así, seria un suicidio vulgar e irrelevante. Tampoco aspiraría a un suicidio tan místico como el de Yukio Mishima, artístico y místico al mismo tiempo, hecho en la carne con la solemnidad de un ritual de la carne, como la circuncisión del judaísmo, aunque uno sea origen y motivo de vida, de redención, de entrar en el Pacto, y el otro, con todo y su solemnidad cuasi religiosa, solo trae la muerte.

El hecho es que estaba parado ahí, hacía rato en cuerpo presente, ante una ventana de cristal del piso cien del Empire State Building que da hacia la Quinta Avenida. Escogí esa ventana por ser el ala que da a una de las Avenidas mas famosas del mundo, calles 34 habrá muchas en cualquier ciudad, pero Quinta avenida una sola. Entonces mi mente comenzó a mostrarme otro rollo de recuerdos y me vi, debajo de la cama de mi madre y mi cruel padrastro, huyendo de algún castigo físico que regularmente excedía en su rudeza y con mucho a la falta cometida. Al mismo lugar había ido a parar o a esconderse allí Wintin el perro de la familia. Me gruñó feroz y hasta me mordió. Se detectó mi presencia al instante, fui ubicado y apresado por las manos fuertes y rugosas de mi madre quien me golpeó salvajemente, como con morbosa satisfacción al inflingirme daño corporal, severa y sistemáticamente me golpeaba, y yo, en mi ignorancia, llegué a adorar y hasta desear esos golpes, me sentía tomado en cuenta y hasta tenía una especie de intercambio afectivo o destructivo con otra persona, con otro cuerpo humano, era dolorosamente fascinador sentir que me tomaban en cuenta aunque fuese para producirme dolor.

Luego de estas cosas pasaron ante mi las visiones de mi primer intento de suicidio. Había sido mordido, como castigo, unas cincuenta y cuatro veces en todas partes del cuerpo. Una sola en la cara, en la mejilla derecha, la mayoría en los brazos, el pecho, mi débil y esquelético pecho, la espalda, las piernas y hasta en uno de los dedos del pie derecho. Con estas marcas visibles y lágrimas en los ojos, después que pude huir o mi madre me soltó al ver que yo no oponía resistencia a su sadismo sistemático; me vi subiendo las escaleras de un negocio en el que trabajaba como cajera, una de mis hermanas. Las escaleras llevaban a un almacén o depósito de la segunda planta del edifico y estaban expuestas a la calle. (Todavía estén así). Al lado del edificio de dos niveles se encontraba una pequeña vivienda techada con planchas de metal en la que vivía mi hermano mayor con su primera esposa. Me sentí atraído a lanzarme de cabeza al vacío y poner fin a mi existencia, a la cadena de incertidumbres de mi vida, a los dolores de mi infancia y adolescencia. Pero no salté. Me faltó valor para ser cobarde o cobardía para ser valiente. Me lamí las heridas, en la escuela me preguntaban que quien me había hecho eso y me vi obligado a decirle que había sido mi madre. Tal vez por cosas como esas, ella con el paso de los años me pedía perdón de manera general, sin especificar a cual de los tantos abusos y crueldades se refería. Me dediqué a vivir o a desvivir con esas heridas, que se me borraron del cuerpo, pero no del alma.


Pero, si me lanzaba, como iba a dejar sola a Diana, qué iba ella a pensar de mi, me vería de seguro como un cobarde, que se dio por vencido o que se dejó vencer, que no pudo vencerse a si mismo o que fue vencido por ella, que sería el peor de los casos. Ella, desde una esquina de cualquier calle, leería el periódico con la crónica de sangre de mi suicidio que sería menos impactante que el de Mark Rothko en febrero de 1970 en pleno Nueva York. Rothko, un artista vital de la contemporaneidad estaba herido por el divorcio de su segunda esposa, interactuaba en realidad íntimamente en aquellos años de tormenta interior y de profundas depresiones, con su infaltable cigarrillo y con la escalera de metal en que subía a pintar las partes superiores de sus cuadros monumentales. Unos ayudantes lo encontraron en su estudio de Nueva York ya muerto. Se había cortado las venas y derramado su sangre sobre el lienzo manchado profusamente del piso del estudio.

Luego del empleado indiferente haber pasado detrás de mi, pasaron ante mis ojos o mas bien en la pantalla de mi mente, en el lienzo de mi alma, los recuerdos de anteriores escenas puntales y fundamentales de mi vida, que se alzaban como las columnas del dolor, como un rendimiento de cuentas de un funcionario ante la Cámara de Representantes. Ahí estaban en pantalla los accidentes e incidentes mas trascendentes e importantes de mi existencia. Las despedidas son en realidad procesos de rendición de cuentas. Vi las calles y avenidas, las muertes y las vidas. Las gratitudes y malquerencias, el reiterado rechazo, hiriente, directo, dañino para la formación del carácter de un niño y adolescente, las monedas perdidas, el juego de canicas o mas bien de bolas de cristal con mis amigos; mi padrastro volcando una vasija plástica donde criaba unos infelices pececillos que había comprado por algunos centavos, que saltaban en la tierra buscando agua, mientras que yo lloraba impotente al verlo cortarlos en trocitos, aun vivos, alegando que yo era un charlatán y vago que perdía el tiempo criando sapos.

Pasó ante mi la temprana muerte de mi padre antes de mi nacimiento y por causas desconocidas, mis traumáticas relaciones con mi madre y su amor incomprendido, (ya de adulto quiso darme todo el amor que no me dio en aquellos años terribles, y que tanta falta me hizo) mi temerosa llegada a la adultez, mi matrimonio, la llegada de los hijos y las satisfacciones y sueños que nos traen. El recuerdo de Ketty, el primer amor infantil, la comprensión de lo incomprensible, el hecho de ser iguales humanamente pero distintos en género y en posición social, el hecho de uno desear por primera vez en la vida la compañía de otra personita que nos hace falta y que al final se mudó del barrio mientras yo me encontraba en la escuela y jamás supe nada de ella. Qué seria de ella luego de mas de cuarenta años sin verla, si la veo, la podré identificar, se habrá casado, habrá muerto, estará viva y latiendo a miles de millas de mi, me recordará tan vivamente como yo la recuerdo, será feliz en su matrimonio, estará gorda, anoréxica, depresiva y menopáusica. Todas esa cosas me pregunté de ella, aquella niña blanca vestida de raso con un vestido de paneles, celestial y eterna, irreal y al mismo tiempo como una diosa terrenal de carne y hueso, cuya madre era costurera y tenia televisor a blanco y negro en su casa, una gran novedad en el vecindario, una demostración de status y de poder adquisitivo, además de una forma de mostrar que se pertenece a una clase mas elevada.

Allí estaba Diana King. O me imaginé que estaba al lado mío o cerca de mí, en aquella escalera interminable del edificio rematada por una ventana de cristal abierta al infinito, que me invitaba a saltar, que me incitaba a saltar, que me seducía casi con la misma intensidad de la carne sugerida. Un seno mostrado completo tiene menos encanto y atractivo que el territorio del seno sugerido, a medio pronunciar, que le deja el espacio a la morbidez y a la imaginación creativa para definirlo, redefinirlo, explorarlo o reinventarlo, descreerlo o descrearlo en la parte de la humana figura que estamos viendo. Un seno femenino es a un mismo tiempo genio y figura de la continuidad de la especie que nace menos protegida y mas vulnerable de toda la creación y al mismo tiempo abre puertas a la morbidez, a la creación e imaginación de falsos orgasmos, de falsas satisfacciones sexuales, a querer ser herido por la punta de un seno que nos mate, que nos consuma o que nos vivifique al libar sus fluidos como fantasmales, profundamente eróticos, eternamente deseables, “como gemelos de gacela” Un seno es una puerta abierta a la eternidad, al instante perecedero, hacia la vida o un salto inexorable hacia la muerte, hacia la consumación propia del ideal, de la satisfacción. Un seno puede enseñarnos mucho acerca de la vida y de la muerte. Son, como todo lo realmente trascendente de la vida, comenzando por el hombre mismo, transitorios y pasajeros, fugaces. Tienen los mismos interregnos de la vida, el nacer, el desarrollo, la plenitud, la vejez y la muerte o caída. La vida misma es una forma de plenitud, o está penetrada en algunos espacios de ella, pero también la vida es caída y muerte, entrada a la fosa de la decrepitud y el espanto.

Diana trataba de convencerme de no saltar, de no retar a la muerte, de no quebrar la Ley de Dios en ser el único dador de la vida y el único que puede tormarla cuando lo desee. Tal vez le preocupaba el hecho irreductible de que yo también al morir me convirtiera en fantasma, que divagara por los campos del Cibao, que tuviera mis correrías y mis canitas al aire con alguna que otra fantasmita, o, en el peor de los casos, que continuara en el mas allá mis persecuciones infructuosas del mas acá, detrás de ella, pensándola siempre, latiendo en sus latidos mortales de fantasma de cartón y espuma de goma, vaporosa como el humo, insensible e indiferente a los deseos locos de un humano picado de locuras existenciales y de vitales tedios.

Me gritaba o susurraba al oído, o creí o me pareció que fuese así, que me advertía del oprobio que significa el suicidio, carga que llevaría a cuestas por la eternidad. Me creerían un cobarde que no tuvo valor de ser cuerdo, de convivir con las circunstancias al modelo vitalista de Ortega y Gasset. Eso si, el mío no sería un suicidio por motivos pasionales. Tampoco quería matarla a ella, soy incapaz de hacerle daño a quien tanto amo, cuando ya ello ha trascendido a la obsesión ciega a la pasión irracional tras lo que no se tiene, tras lo imposible. Un suicidio por tales motivos abiertamente pasionales es vulgar, intrascendente e inartístico. Pero cómo iba yo a matar un fantasma, en caso de que algo tan irracional fuese posible.

Era, creo yo ya que me siento a salvo, el deseo último, personal y privado de la propia eliminación física, de la supresión personal y definitiva del ser desde el mismo ser en un ejercicio de la humana voluntad, era la idea de la autoflagelación extrema, de una suerte de harakiri para la propia eliminación física. Era me parece el deseo de borrarme del mapa de los vivos, de suprimir, en un acto de voluntad y en un auto de fe o de agnosticismo, todo lo que pienso que puedo representar, todos los valores, los criterios cosidos y entremezclados en el mismo fardo de mi vida a lo largo de los años, lo que los demás han ido dejando, o se han llevado de mi, como sobras del naufragio, sus frustraciones transmitidas, los caprichos de los malos y las bondades escasas de los escasos buenos, todo lo humanamente colectado durante la vida, las esencias últimas y las primeras de mi ser, lo que puedo o pude alcanzar a ser de manera integral, los estudios, los gustos por el buen arte, la humana secretividad en espacios vacíos y anónimos alejado del tumulto, la conversación elegante y distinguida sobre los temas fundamentales de la vida, lo que les importa, y por lo que mueren o dan la vida, los Elegidos, aquellos que mueren jóvenes o que si son adultos están siempre viviendo como niños, con el niño interior bien vivo y que cada día inventan una nueva forma de arrancarle una carcajada a la amargura de sus vidas, mientras retrasan la llegada de la muerte o del cadalso. Todo lo quería hacer trizas, cegar mis ojos, coserme la boca, lacrar mis oídos y no sentir nada, en una forma de anestesia vital, buscando dentro de mí, aquella voz interior que me gritara Mi Verdad.

Estaba solo con el Destino, solo Diana susurraba cosas que no me interesaban escuchar y menos aun ponerlas en práctica. Había llegado allí, ante aquella ventana que era la frontera entre el finito físico del edificio y el infinito de la Eternidad, por medio de un tubo, una estructura tubular, con olor a pegamento de ducto de acondicionador de aire, en verdad me pareció un largo tubo de plástico, algo así como un gran condón de látex, algo flexible pero con la necesaria dureza para sostener mi cuerpo que estaba pronto a ser ofrendado ante lo inútil.

Me encontraba en aquella “metáfora de la nada” como quien camina días y días por las llanuras de la Pampa interminable. Cavilando y construyendo monólogos interiores, liberando formas de pensamiento jamás dichas, zurciendo paradojas a su raído pantalón y a su abrigo que han de protegerlo en el invierno crudo y lento. Todo lo había dejado atrás, la gente no se interesaba hace años en hablar conmigo, evadían corteses mi compañía aunque yo tratara de deslumbrarlos con algún chiste ingenioso o de atraerlos con muestras de sincera solidaridad. Pero no, todo intento de acercamiento era inútil y me preguntaba tantas y tantas veces porque era así, por qué huían de mi o me evitaban. Llegué a hacer ejercicios en recepciones, adonde me llevaba mi cargo, estudios o funciones. Me dejaban solo en la sala, en medio de la gente, no disimulaban su desinterés que no pasaba de la hueca cortesía, del saludo a veces medio descompuesto y casi soez, de la mirada de recelo y desconfianza ante las tareas que se me asignaban como temiendo una insensatez o una locura de mi parte en los resultados. Diana se había ido del descansillo del final de las escaleras de servicio. Estaba solo conmigo, tristemente solo, dolorosamente solo con mi soledad. Entonces me persigné y me lancé al vacío.

Yo Pinochet, biografia no autorizada

Yo, Pinochet: Biografía no autorizada

Estudio preliminar

Cualquiera podría preguntarse por qué publicar una biografía de Augusto Pinochet. Cada quien está en su derecho de pensarlo. También el escribidor que se ha embarcado – y embargado – en esta empresa está también en su derecho de haberla escrito o no. Los personajes de la historia de la humanidad como mi General Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, poseen, aun estando vivos; la fascinación del mito y el encanto de la leyenda. Al compilar datos y fotografías, documentos, viajar a Chile para visitar los archivos de la Fundación Presidente Pinochet, de la Academia de Guerra, de los National Archives, de Washington, DC, de visitar el lugar de su nacimiento en Valparaíso, de colectar documentos digitales ya desclasificados por la Agencia Central de Inteligencia, CIA, entre otras labores de análisis de hechos y actuaciones con la necesaria pericia de un hábil cirujano, asemeja el oficio de equilibrista que debe caminar sobre un hilo de acero y sin seguridad alguna, desde una ventana del Empire State Building hasta otra ventana del Edificio Chrysler, de Nueva York.

Otra razón para no hacerlo sería la de que el mismo Pinochet publicó su Autobiografía “Camino recorrido: La historia de un soldado”, publicada en cuatro Tomos, y en ella se pueden encontrar todos los datos que se necesiten o se desee conocer. Sin embargo consideramos que eso no basta. Lo cierto es que un crítico literario llamado Julien Green declaró, refiriéndose al oficio del difícil arte de la novela, que el autor siempre circunda en él mismo, porque “nunca podemos salirnos de nosotros mismos” por lo tanto quien escribe una autobiografía ya sea ayudado o no por alguien con mejores conocimientos del arte literario que él, siempre cometerá dos pecados capitales de lesa autobiografía que resultan dolorosamente ineludibles: El primero el de hacer una mea culpa y hacer de la novela de su vida un confesionario que puede ser cierto, medianamente falso, medianamente cierto o tal vez, enteramente falso. El segundo pecado que se arriesga cometer es el de descargarse de toda culpabilidad, en ejercicio del derecho de que nadie está obligado a declarar contra sí mismo. Todos somos culpables de algo alguna vez en la vida.

Pero también el General dejó por escrito su versión acerca del proceso del golpe cívico militar del 11 de septiembre en su obra “El día decisivo” en ella narra aspectos biográficos ya presentados en La Historia de un soldado, que constituye su autobiografía además de exponer sus ideas, concepciones y opiniones en torno al marxismo leninismo, su idea de la democracia y su apreciación de la situación y el desarrollo de los primeros meses del ascenso al poder del Presidente Salvador Allende Gossens; además narra como se conformó la Junta Militar seleccionando los integrantes respetando debidamente y al pie de la letra el escalafón que ocupaban al momento en sus respectivas armas. En una reunión secreta con un grupo de Oficiales Generales, posiblemente en alguna Sala de Guerra de alguna brigada, les dijo, en un tono a la vez comprometedor y optimista: “Señores Generales, la Patria está por sobre nuestras vidas”

La tercera razón, nos parece, podría ser la de que los hechos y actuaciones del General Augusto Pinochet pertenecen a la historia reciente y que muchas personalidades aun están vivas y que las heridas no han cicatrizado totalmente y que por prudencia, no es conveniente hurgar ni en su vida ni en su tumba; ni en sus vicios ni en sus virtudes; ni en el Chile que encontró al deponer el primer gobierno socialista por vía electoral en el hemisferio occidental ni tampoco en el Chile que entregó al Presidente Patricio Aylwin Azócar.

Pero también podríamos forzar una cuarta razón o excusa para que nadie se atreva a escribir una Biografía y menos si es no autorizada de Augusto Pinochet. Esta última es la razón que consideramos de mayor peso, la determinante y la que se convirtió en el motor de las investigaciones y pesquisas históricas y periodísticas: La de mostrar un nuevo y mas objetivo General Pinochet a la historia y a las nuevas generaciones. Tanto a las que lo lloraron, como al otro grupo que festejó su muerte. A los que comprendieron el mensaje y a los que aun no han aprobado las lecciones de la Historia. A los que lo consideran un verdadero héroe y salvador de su país y a quienes lo consideran un parto maldito de la historia de Chile; Chile entero estuvo de acuerdo en reconciliarse y olvidar lo pasado y seguir construyendo la nación que el mismo Pinochet, quiérase reconocer o no, les mostró que podían alcanzar. Los primeros se han reconciliado con la historia y consigo mismos. Los segundos, puede afirmarse en su favor que no aprendieron las lecciones de la historia y ni tampoco se reconciliaron con la historia, con sus conciudadanos y consigo mismos.

Esta razón o excusa es la que nos ha movido a escribir y publicar sin contar con patrocinio económico, sin tener el back up de fundación, partido político, ONG o Gobierno alguno. En el trabajo, monumental por el esfuerzo, aunque dudamos modestamente de la calidad que acaso pueda tener y de la trascendencia que pueda lograr, nos acordamos frecuentemente de Carlos Marx cuando aconseja que “la historia debe ser contada sin odios pero también sin amor”. Nos hemos visto precisados a mantener cerrado y bajo control el grifo de las pasiones personales buscando ser lo mas objetivo posible y, parados frente a un mapamundi de la situación global de la humanidad, apuntar al Chile de los setenta, los procesos por los que atravesaba el mundo en aquellos años de guerra fría y de guerras de exportación, de carrera armamentista, de un mundo bipolar y del marco de la lucha ideológica en que nos hallábamos.

Constituye un verdadero riesgo escribir acerca de personalidades como Pinochet porque algunos afiebrados e inobjetivos se atreven, sin apenas leer ni analizar el libro, a proferir acusaciones alegres e infundadas y a colocarle a los autores de los libros la falsa, o tal vez justa, etiqueta de parcializarse o de faltos de objetividad, tal vez hasta de propagandistas del personaje del que se han atrevido a publicar.

Si a algo este estudio biográfico quiere y debe parecerse es a una balanza. No que querramos sentar en el banquillo de los acusados al Presidente General Augusto Pinochet. Ya el juez Baltazar Garzón cobró fama y entró a la historia del brazo de Pinochet. En la edad media los verdugos utilizaban una capucha para no ser vistos por la masa de asistentes a una ejecución de herejes o a la quema de supuestas brujas; en la posmodernidad esto no es admisible porque es posible que el condenado a la pira de la Inquisición te reporte fama y lo proyecte al resto del mundo. La administración de Justicia tiene mucho de solemnidad, pero también de teatro y de espectáculo. Pero sí debemos admitir, desde esta tentativa de prólogo, nuestro compromiso con poblar la balanza imaginaria de estas páginas mostrando lo bueno y lo malo, aunque cabe también señalar aquí que el redactar una biografía de un personaje trascendente no es un auto de fe ni muchos menos un ejercicio de hagiografía, donde se escribe y describe la vida de santos que se mantienen en constante estado de éxtasis místico, de autoflagelación y penitencia para mantener a raya las debilidades de la carne mientras contemplan, con el rostro inclinado en pose pietista, su imaginación del cielo y del paraíso prometido a quienes obran bien.

Tampoco pretendemos hacer un nuevo Evangelio que pueda o tal vez provoque la redacción de un libro de Horas, de algún nuevo Catecismo de meditaciones y plegarias. Pinochet ocupó y ocupa su lugar en la historia: El lugar que le impusieron las circunstancias y como dijo Ortega y Gasset, su aprendizaje y capacidad para “vivir con las cosas”. Y al propio tiempo ocupa el puesto que él mismo quiso; y pudo, lograr y construir como católico militante y apegado a los valores de la civilización cristiana y a la tradición familiar más ortodoxa. Personalidades como Augusto Pinochet están construidas de la misma pasta y de los mismos materiales que cada uno de nosotros. De la misma materia prima humana. La gran diatriba surge en el alcance y la envergadura que tengan los escenarios, nacionales o internacionales en los cuales nos corresponda interactuar y tomar decisiones trascendentales. No es lo mismo tomar decisiones privadamente que a los sumo podrían afectar o beneficiar al grupo familiar y a tal vez algunos dos o tres particulares, o tomar decisiones de Estado y Gobierno en los que está en juego no solo el destino de una nación, sus objetivos e intereses nacionales y la sentencia que ello pueda acarrear ante el tribunal de la Historia. Nicolás Maquiavelo fue el primero en dejar por escrito de una vez y para siempre lo que en su época tan solo unas pocas personas alcanzaban a comprender al mirar cada uno de los cuadros de la galería heroica, pero también infame, de la historia de la humanidad: La separación entre moral y política.

Cuando se menciona el nombre Pinochet, de inmediato surge la palabra Golpe. Debido a ello este trabajo biográfico sin autorización ni patrocinio particular alguno, pretende consignar un estudio profundo de todo el proceso con sus antecedentes y resultados. La tarea fundamental es que no resulte demasiado “periodístico” si se toma en el peor sentido esta hermosa palabra. Hemos hecho acopio de lo periodístico porque ello es inevitable; se deben consultar los periódicos de la época, mayormente del proceso del golpe y anterior a este, así como también los posteriores al mismo proceso. Hay que tomar con pinzas algunas informaciones, compararlas, sacudirlas, soplarlas, verlas a contraluz y contrastarlas con otras fuentes y con otras versiones acaso menos interesadas. Nos hemos visto precisados a incluir los crímenes mas trascendentes atribuidos al General Pinochet y a su régimen pero también a citar y analizar lo mas descarnadamente posible la titánica labor de reconstruir a Chile y entregarlo a la democracia como sistema político; ver y estudiar la apertura al comercio internacional vivida por aquella nación durante los diecisiete años del Chile de Pinochet, tal vez como tubo de ensayo o no, lo que le ha permitido mantener relaciones comerciales y tratados de libre comercio con países del Asia y del resto del mundo, anticipándose en casi veinte años al proceso de Globalización que vive el resto de América Latina.

La historia de la humanidad no registra acaso ningún golpe de Estado que no haya contado con apoyo civil y político. Los redactores y periodistas siempre se han cuidado de colgarle la etiqueta de “militar” a los golpes de Estado que registra nuestra América, con tal de quedarnos en el Hemisferio occidental, como se le cuelga un número en el dedo mayor de algún pie al cadáver de algún desconocido en la morgue; o, tal vez como se numera una res de alguna finca para identificarla y separarla del resto de las cabezas de ganado. No hay golpe militar que pueda prosperar y hacerse con el poder sin la ayuda, patrocinio, complicidad y apoyo de una clase política que en los momentos cruciales participa agazapada en las sombras y dirige, como hábiles titiriteros cada uno de los hilos de los peones que trabajan para ellos. El de Chile aquel 11 de septiembre de 1973 fue un golpe cívico militar. No fue la decisión parcial de unos militares que depusieron al Presidente Salvador Allende, formaron una Junta Militar y se apoderaron del Palacio de la Moneda, sede del Poder Ejecutivo en el Chile de Violeta Parra, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Víctor Jara, asesinado en un estadio de Fútbol utilizado como cárcel por los golpistas; el mismo de “Te recuerdo Amanda”, que arrullara nuestros trajinares en la utopía socialista de aquella adolescencia perdida para siempre.

El General del Ejército de Chile, Augusto Pinochet Ugarte; General Gustavo Leigh Guzmán, Comandante de la Fuerza Aérea Chilena; el Almirante José Toribio Merino, Comandante de la Armada; y el Director General de los Carabineros de Chile, General Cesar Mendoza Durán actuaron, al deponer a Salvador Allende; actuaron repetimos, cumpliendo los encargos y disposiciones del consenso y a voluntad y pedido de Washington, de los halcones de la CIA y del Pentágono diseñadores de la Operación Cóndor, bajo la atenta supervisión y vigilancia del judío genocida e intocable llamado Henry Kissinger, quien era Secretario de Estado de la Administración de Richard Milhous Nixon en la Casa Blanca. Esto si se ve únicamente como la “causa y verdad” del poder global de los Estados Unidos. Pero también actuaron al servicio de los auspiciadores locales, quienes detentaban y aun detentan; quienes ostentaban y aun ostentan el poder económico, comercial, agrícola, financiero e industrial del Chile de 1973 y todavía en la actualidad. La historia muestra muchos ejemplos de esta clase de coautoría y de compartida complicidad de la burguesía conservadora dominante y la colaboración de hombres de uniforme para ellos hacerse con el poder o continuar el estado de cosas que les resulte favorable.

Pero la Junta y mayormente el General Augusto Pinochet colocaron a Chile por encima de todas las cosas. Todos los integrantes ya habían pisado la puerta de salida de sus respectivas armas por razones de antigüedad. Esa fue, consideramos nosotros la causa y motivación mayor del papel ineludible que debieron desempeñar las Fuerzas Armadas de Chile y sus Carabineros para salvar la Nación. Lo confirma los documentos emitidos por el Cuerpo de Generales y Almirantes en retiro, dirigida al Presidente de la República, sobre “el grave quebranto de la seguridad nacional”, y que está fechado el 28 de mayo de 1973; además la carta del Cardenal Raúl Silva Henríquez y los Obispos, fechada 13 de septiembre, en la que fijan posición y describen la grave y difícil situación por la que atravesaba Chile.

Puede ser que de modo mezquino no nos aventuremos o tengamos el valor de reconocerlo. Es más barato y hasta mucho más fácil dedicarse a pintar a los miembros de aquella junta y tal vez a todos los funcionarios de la clase civil y política de aquella nación que cumplieron su papel durante los diecisiete años del régimen, como si fuesen gorilas. En verdad la comparación con gorilas, aparte de la pretendida afectación peyorativa que incluye, debe considerarse honorable y justa si se estudia a fondo las características, disciplina, trabajo y fuerza, nivel de aprendizaje y nobleza que tienen los miembros de esta especie de homínidos evolucionados en caso; opinión personal, de que la Teoría de la Evolución y el Origen de las Especies, sea algo mas que eso; una teoría.

La investigación histórica contenida en este intento o aproximación a la idea de un libro, si algún valor tiene debe ser el de arrojar nuevas luces y enfoques, mas que a la persona, genio y figura de Augusto Pinochet Ugarte, es la de mostrar las partes deliberadamente oscuras de su persona y régimen que han sido divulgadas y manipuladas sin reparo alguno. Aclarar aunque sea una parte de lo mucho que se ha manipulado dejando el resto para que lo aclare la Historia como el río se va limpiando al paso de la corriente. Esta actividad no está exenta, como ninguna cosa en la vida; del fantasma perseguidor del riesgo. Vivir es un peligro. No vamos a hacer una sentencia de descargo de toda culpabilidad de la sentencia alegre, apasionada y a destiempo - por las prisas de la postmodernidad acaso - que pesa y descansa sobre Augusto Pinochet, su obra y hasta sobre su memoria. Consideramos sensatamente que no la necesita. Una sentencia de tal jaez le viene sobrando. Lo que pretende esta investigación contenida en este fajo de papeles , fotografías y documentos ya desclasificados, no es repetir lo que otros tantos en su respetado derecho, han preferido consignar en los libros que han publicado, muchos sirviéndose de la manida estrategia del escándalo y del viejo recurso del dramatismo para convencer y vencer en el margen de ventas. Este libro lo que pretende, y tal vez no lo logre nunca, es enderezar y equilibrar el fiel de la balanza de la historia en torno a la vida y obra del General Augusto José Ramón Pinochet Ugarte.

Acuérdate de Abril

ACUERDATE DE ABRIL
1965, LA OTRA HISTORIA

Estudio preliminar

El fajo de papeles que el lector tiene en sus manos no es una reiteración de todo lo que se ha escrito acerca del proceso de abril. No se trata de más de lo mismo, ni de llover sobre mojado. El autor, aprovechando su estadía de casi tres años en Washington, DC, primero como estudiante del Colegio Interamericano de Defensa y luego como Asesor Académico de la entidad hemisférica, dependiente de la OEA; tuvo acceso a fuentes y archivos que contienen documentos desclasificados y que son un aporte fundamental para realizar una mejor, y mas objetiva, investigación de la erróneamente llamada revolución de abril de 1965.

Comenzaremos por aclarar algunas trampas de la semántica en cuanto a la dispersión de términos para consagrar y fijar en la historia reciente al proceso que, bien visto, comenzó con el golpe de estado del 25 de septiembre de 1963, decapitando el primer intento democrático pos Era de Trujillo.

Al proceso o cadena de acontecimientos que comenzó desde abril 24 de 1965 hasta el 26 de septiembre de 1966, fecha de salida de las tropas, ha sido llamado como guerra patria, revolución, revuelta y como “la guerra” únicamente. El proceso como tal puede considerarse que concluyó con la designación del Doctor Héctor García Godoy como Presidente provisional y la fijación de fecha para las elecciones generales de ese año; hemos considerado ubicar las investigaciones históricas hasta el día mismo de la salida de las tropas de ocupación.

Los historiadores nacionales no se ponen de acuerdo, ni tampoco consultan el diccionario, en ponerle un título o nombre al proceso histórico registrado en nuestro país que tuvo su epicentro en el sábado 24 de abril de 1965. Hay que escribir sobre abril mientras no sea abril.
El error puede ser deliberado en ocasiones, mientras que en otras es fruto del desconocimiento de la semántica. El proceso de abril es llamado indistintamente y en ocasiones como guerra, revuelta, guerra patria o revolución.

Si se toma en cuenta lo batidos, acotejados y traídos por los pelos que resultan muchos hechos de la historia dominicana, entonces cualquiera se puede sentir movido a sospecha y deseoso de hacer un análisis aclaratorio que, en el caso nuestro, no presume tener la verdad absoluta en sus manos sino tan sólo arrojar un poquito de luz al enredo.

Todo hecho histórico debe ser asumido como causal, es decir hijo y creación, gracias a la mecánica de la historia, de otros hechos que lo condicionan y determinan. Cada hecho es parte de un proceso movido por la historicidad.

Algunos, una gran mayoría, llaman “guerra” a lo que comenzó por aquellas fechas. Pero estrictamente no fue una guerra. Estaban en pugna dos sectores militares, unos en apoyo a la Constitucionalidad y otros eran arquitectos y seguidores del golpe. Unos estaban con los yanquis y otros eran nacionalistas.

Como elemento externo en esta lucha fratricida, surgió la ocupación militar Norteamérica con la entrecomillada Fuerza Interamericana de Paz, de la OEA comandada por el General brasileño Hugo Panasco Alvin, enviado a defender los intereses norteamericanos en el país y a evitar, a sangre y fuego, “otra Cuba en el Caribe”.

Si se ven estos frentes, lejos de la teoría de la guerra convencional, entonces no era una guerra, aunque estuviese presente personal enemigo armado y ambos bandos se estuvieran disparando. Entonces Abril no fue una guerra.

Tampoco fue una “revolución” porque la palabra misma tiene en su cuerpo el concepto de cambio y la finalidad de toda revolución o el hijo natural de toda revolución de la historia, es precisamente el cambio del sistema político. Entonces no fue una revolución tampoco.
Nos queda entonces como refugio, la palabra “revuelta”, que se adapta mas a los hechos, a las luchas intestinas por el poder heredado de Trujillo y su fallida dinastía junto a lo que había dejado en pie, el famoso y archicorrupto Consejo de Estado claque política conservadora, alimentada por el régimen, que le habían escrito loas, odas y poemas y que se encargaron de repartirse los bienes del Estado tras la muerte de Trujillo y la salida de su familia.

Estaba la lucha por la hegemonía de los militares de horca y cuchillo, ya sean técnicos y sin Comando alguno, como Pedro Bartolomé Benoit, que se convierten en entreguistas y piden por el teléfono rojo, la llegada de las fuerzas de ocupación, o formadores militares que se auto ascienden y vuelven las armas de la República, tanques y aviones, en contra de su propio pueblo, como el Coronel Elías Wessin y Wessin. Entonces aquello no fue guerra ni mucho menos revolución.

En este libro que pretende presentar hechos y actuaciones que han sido mantenidos ocultos debajo de la alfombra por mas de cuarenta años, el autor se sirve para sus investigaciones y presenta gran cantidad de documentos oficiales que fueron mantenidos en secreto hasta el 2005, fecha en que fueron desclasificados por organismos del Gobierno de los Estados Unidos, ya que eran considerados como documentos y archivos de seguridad nacional. La promulgación de la FOIA, (freedom of information Act), por parte del Gobierno norteamericano abrió las selladas compuertas y permitió el acceso a informaciones de primer orden. El Presidente Lyndon Baines Johnson exigió desde el inicio de su mandato desde el 22 de noviembre de 1963, que todas sus conversaciones telefónicas oficiales fuesen grabadas y transcritas, además de los temas y puntos de discusión de sus reuniones de trabajo. Este hecho facilita y enriquece la investigación histórica, porque se puede obtener sus instrucciones a ministros y miembros de su Gabinete, su parecer acerca de los temas, además de lo que le contestaban y sugerían sus asesores.

En los archivos del Departamento de Defensa, DoD, con sede en el Pentágono; del Departamento de Estado, DoS, de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, por ejemplo y como dato curioso, estrenaba un nuevo Director el mismo 28 de abril de 1965, fecha de la llegada de los primeros Marines; y en los archivos de la Biblioteca del Congreso y en los Archivos Nacionales; (National Archives), se encuentran muchas verdades ocultas acerca de la participación de algunos protagonistas internacionales, como Lyndon Baynes Johnson, Mc George Bundy; el Secretario de Defensa Robert Mc Namara, el Secretario de Estado Dean Rusk, del Director de la CIA, del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, OEA, el Uruguayo José A. Mora; del Embajador de los Estados Unidos en la Republica Dominicana, William Tapley Bennet, y del Mayor General de los US Marines Bruce Palmer, Jr., por citar algunos.

Pero también aparece la participación, con datos, fechas, conversaciones telefónicas, diseño de estrategias para resolver el caso Santo Domingo, llamadas pidiendo envío de tropas de ocupación y suministros de municiones, armas y equipos y las negociaciones ocultas tras bastidores que mantuvieron personajes como el Doctor Joaquín Balaguer; el Coronel Técnico Pedro Bartolomé Benoit Vanderhorst, el Coronel Elías Wessin y Wessin, y otros muchos “héroes nacionales”, con las autoridades norteamericanas de las que eran no solo voceros, intermediarios y negociadores, sino también fueron los orientadores y leales colaboradores con las tropas de ocupación. Además los Presidentes del proceso, el Coronel Pedro Bartolomé Benoit, quien estuvo seis días; Rafael Molina Ureña; el General Antonio Imbert Barreras, E.N.; el Coronel Francisco Alberto Caamano Deno, P.N., y el periodo del Presidente Provisional Héctor García Godoy.

Presentamos y transcribimos íntegramente memorándums de inteligencia de la CIA, donde aparecen opiniones y perfiles de los protagonistas del proceso histórico, por ejemplo uno que tilda a Antonio Guzmán Fernández, como “un hombre bueno pero débil” y a Juan Bosch como “un hombre mas interesado en la literatura y en la utopía del comunismo que en el ejercicio del mando”.

Los documentos revelan hasta donde llegaban, y llegan, los tentáculos de las agencias e instituciones de los Estados Unidos, al sugerir la formación del gabinete completo que habría de integrar el Gobierno de Reconstrucción nacional con el General Antonio Imbert Barreras como Presidente. En ese documento ya desclasificado aparecen personalidades ligadas al Trujillato, con largas colas que pisarle y que posteriormente, ya establecido Joaquín Balaguer con la anuencia y bendición del consenso de Washington, tuvieron su cuota de poder y participación asegurada en la Era de los doce años, del 1 de julio de 1966 al 16 de agosto de 1978.

Una de las formas mas científicas de escribir la historia es referenciándola con documentos. No basta citar opiniones interesadas y construir un collage, un muñeco de trapo de los procesos históricos nacionales o internacionales, un muñeco así no llegara mas que a ser un títere o un muñeco de ventrílocuo. El amplio material; documental buscando con olfato de sabueso, traducido, pesquisado debidamente y presentado al lector no solamente facilita una mejor y mas objetiva comprensión y conocimiento de los hechos de la revuelta cívica de abril de 1965, sino también, y esto es mas valioso e importante aun, permite comparar de manera critica la versión muchas veces torcida y manipulada de los hechos que nos han contado, para formarse una mejor visión de los mismos y de los personajes actuantes.

Carlos Marx aconseja que “la historia debe ser contada sin odios, pero también sin amor” y esa es una de las tareas fundamentales del autor; sabiendo que como humano, en la lista de protagonistas grandes y pequeños del proceso de abril de 1965, hay quienes no son del agrado particular o colectivo, debido a su accionar y a las implicaciones de esas mismas actuaciones, procura limitarse a exponer los hechos, no de la forma ni con los alcances en que han sido presentados por la gran mayoría de historiadores dominicanos, sino basándose en documentos nunca antes vistos o de muy limitado conocimiento, donde se muestran verdaderas revelaciones llamadas a poner en contraste y en una posición mas justa y apegada a la verdad histórica a esos nombres sonoros del abril que nunca debemos olvidar. Lo hacemos con la clara conciencia de que la epidermis social dominicana es demasiado sensible; es mas bien hipersensible. Muchos historiadores en ejercicio de su respetada libertad, rehúyen mencionar nombres, hurgar en fuentes y documentos nacionales y extranjeros, citar hechos o declaraciones de testigos; en fin evaden mostrar los personajes del proceso histórico de abril de manera mas detallada, completa y objetiva, para no malquistarse con los protagonistas que aun viven o con los hijos y parientes de estos personajes de la historia que detentan y ostentan actualmente altas cuotas del poder nacional.

La investigación histórica contenida en este libro, persigue y le gustaría alcanzar, la meta de no repetir lo mismo que han dicho tantos autores en tantos libros que pueblan la bibliografía nacional de una literatura secuestrada en dos temas o procesos fundamentales de nuestra historia republicana: La Era de Trujillo y la llamada Revolución de Abril.

Toda investigación histórica debe tener un punto de partida en la línea del tiempo. Colocar el inicio de la guerra patria de abril de 1965, en la noche del martes 30 de mayo la ubicaría como bastante lejana, sin embargo, ahí puede decirse que comenzó un proceso nuevo e incierto de nuestra historia nacional; si se ve con la lupa de la historicidad o mecánica de la historia, donde un acontecimiento, lejano en el tiempo y en el espacio geográfico, condiciona y es en si mismo el germen de otra cadena de acontecimientos o procesos históricos futuros. Un error común en la historiografía dominicana consiste en dar como acabados procesos históricos que comenzaron en una fecha determinada y especifica, como si la Historia fuese estática, inmóvil. Tal acontece con la fecha del 27 de febrero, por tomar un ejemplo al azar. La independencia, o mas bien, la separación o desprendimiento político de la parte Este de las Isla Española de la Republica de Haití, única nación que existía por esas fechas en este común territorio insular, no comenzó el 27 de febrero de 1844.

En un ejercicio científico, no falto de conjeturas, puede afirmarse que comenzó en diciembre de 1821, con la proclamación por parte del letrado Don José Núñez de Cáceres de la llamada Independencia efímera, es decir, la del Haití español; pero también puede acercarse el inicio del proceso, y ubicarlo el 16 de enero de 1844 con la proclamación del llamado Manifiesto de Independencia o independentista. La noche del 27 de febrero, vista en términos bélicos, no pasó nada. La historia registra el estampido de un arma de infantería de la época, en manos de Matías Ramón Mella, algunos gritos, no se registra reacción alguna por parte de las autoridades militares haitianas en la Puerta del Conde, ningún enfrentamiento ni escaramuza, no aparecen datos consignados de alguna víctima o daño material. En fin, ahí no pasó nada que merezca registrarse.

La investigación contenida en este libro, a voluntad del autor, se inicia el día veinticinco de septiembre de 1963 con el Golpe de Estado contra el gobierno del Profesor Juan Bosch y del Doctor Segundo González Tamayo. Lo consideramos así, porque en este hecho ignominioso que cercenó el primer intento de la nación dominicana de darse un gobierno democrático luego de los treintiun años en el poder o detrás del trono de Rafael Leonidas Trujillo Molina, está contenido el germen que menos de dos años después habría de parir la revuelta cívica de abril. Debieron trascurrir esos diecinueve meses, en los que se sucedieron reacciones nacionales e internacionales, denuncias y reuniones, conformidades y sojuzgamientos, revueltas y manifiestos, pactos de alcoba y complicidades, mítines y protestas, exilios, muertes y destierros, sin olvidar el alzamiento guerrillero comandado por el Doctor Manuel Aurelio Tavares Justo y sus compañeros, iniciado el 29 de noviembre de 1963, en Manaclas, San José de las Matas. El 14 de junio de 1963, en aquel mitin memorable del Parque Independencia se atrevió a proclamar, en las propias narices de los futuros gestores y ejecutores del golpe y de las autoridades que detentaban el poder: “Nosotros sabemos donde están las escarpadas montañas de Quisqueya y allá iremos a defender la constitucionalidad de la Patria” (ver:http://listindiario.com/la-republica/2010/8/21/155699/print-no-pics)

La guerrilla dividida en varios frentes regionales encabezada por Manolo tenía el objetivo fundamental de deponer a los fantoches del Consejo de Estado, presidido por Emilio de los Santos, y que tenía como Miembros al Doctor Manuel Enrique Tavares Espaillat y Ramón Tapia Espinal; reponer al Profesor Juan Bosch en el poder, es decir, una vuelta a la Constitución de 1963, promulgada por éste. La guerra patria que inició el 24 de abril perseguía los mismos fines, por eso la llamaron “Revolución”; la vuelta al orden constitucional que estaba en vigor al momento del golpe, respetando las autoridades electas libremente por los dominicanos y la reposición sin condiciones de Juan Bosch en el poder hasta concluir el período para el que fue electo.

Pero regresando a los hechos de abril, esta investigación histórica presenta un listado de los protagonistas nacionales e internacionales del proceso. En ella sobresale encabezando el Profesor Juan Bosch, a quien se le dedica un capítulo, analizando el marco de la actualidad política en que hizo su campaña, su lenguaje llano de “hijos de Machepa y Tutumpotes”, su visión del Estado moderno, su agenda de Nación y las propuestas de su Programa de Gobierno, explicado de modo sencillo y comprensible para las masas. La abierta campaña de oposición desatada por la Iglesia Católica, llegando al extremo nunca visto antes ni después en la historia, en la que el Sacerdote Jesuita Láutico García lo enfrenta en un debate radial y televisivo, además de las gestiones y secretos de confesión y sotanas vertidos en su contra por su alegada tendencia marxista leninista y, finalmente su triunfo en las elecciones celebradas en diciembre de 1962 y su posterior ascenso al poder.

Uno de los primeros y mas graves errores cometidos durante su mandato, fue el de dejar intacta la cúpula militar infectada de trujillismo y afecta de los personeros del llamado Consejo de Estado, con la posible excepción del entonces Teniente Coronel Rafael Tomas Fernández Domínguez, quien fue designado por Bosch Sub Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana. Ahora bien si no la movió ni tocó con Decreto alguno se debió a que no podía tocar esos sectores militares, beneficiados y herederos del trujillato y enquistados y apadrinados por la clase conservadora. Esa misma claque fue la que facilitó, promocionó, gestó y ejecutó el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 y entregó el poder al funesto Consejo de Estado, una de las etapas de mayor inestabilidad y corrupción administrativa que registra nuestra vida nacional, tal vez porque ensayaban a ser demócratas siendo en realidad verdaderos abanderados del autoritarismo por vocación y formación histórica; pero en realidad no eran demócratas; estaban condenados a no serlo por haberse constituido en patrocinadores, testaferros y amanuenses de la cúpula militar que destituyó a Juan Bosch.

La historia prueba y comprueba que muy pocos golpes de estado cuartelarlos no han tenido el respaldo en las sombras y tras bambalinas de una clase burguesa y conservadora que está atenta al desarrollo de los acontecimientos para entrar en escena en el momento adecuado y luego hacerse con el poder. El caso y las intenciones no se le dieron con Trujillo en República Dominicana ni con Augusto Pinochet Ugarte en Chile. Recuérdese que Trujillo gana las elecciones de 1930 como candidato de la Coalición Patriótica de Ciudadanos, el Partido Dominicano vendría después, en julio de 1931. Y Augusto Pinochet Ugarte se hace con el poder con el apoyo decidido y claro en algunas ocasiones o tras bastidores en otras, de la burguesía conservadora chilena. En ambos casos, salvadas las distancias y el tiempo, hubo una participación velada aunque no invisible, una mente maestra, que dirigió, participó y acompañó las acciones de los militares; aunque no tuvieran la suerte que los cabecillas del Consejo de Estado.

Pero la revuelta de abril debe ser vista desde varios crisoles y desde muy variados puntos de vista. En justicia la bibliografía disponible también lo hace, aunque con especiales sesgos y manipulaciones, poniendo mas opinión repetida que datos históricos, citando mas pareceres que documentos históricos de gran valor que aportan un valor agregado a la investigación académica que todo escritor de la historia, que se precie como tal, debe realizar.

La investigación aquí contenida comienza con los antecedentes del golpe; una segunda parte describe y analiza el golpe de estado mismo: sus organizadores, sus protagonistas, ya sean nacionales o extranjeros, las manos ocultas detrás y dentro del proceso, la responsabilidad histórica de algunos de ellos, el peso de la guerra ideológica característica de la guerra fría, y por ultimo una tercera parte dedicada a abril de 1965, comenzando el mismo sábado 24, los movimientos y establecimiento de comandos de resistencia, la lucha fratricida, los sectores en pugna, la intervención militar, la Resolución de la OEA, votaciones y abstenciones y la salida de las tropas de ocupación y el establecimiento del Gobierno provisional de García Godoy.

Por último cabe destacar que los primeros en escribir acerca de los procesos de abril, no tuvieron acceso o descuidaron la cita y ponderación que aportan los documentos nacionales e internacionales. A lo sumo se dedican a narrar lo que circulaba de boca en boca o salía publicado en los periódicos. En cuanto a los documentos nacionales, o no aparecen o han sido destruidos, los que han corrido mejor suerte han sido alterados o borrados con corrector liquido con intenciones non sanctas. En cuanto a los internacionales, como los Archivos del Pentágono, del Departamento de Estado, de la Administración de Lyndon B. Johnson y de la Agencia Central de Inteligencia y de la Embajada norteamericana en el país; fueron mantenidos como información clasificada en documentos secretos por espacio de mas de cuarenta años. Esta distancia histórica de los hechos ayuda a contemplarlos y apreciarlos mejor y en perspectiva, colocándonos unos pasos a la distancia, de los cuadros y retratos de esta gran galería heroica, pero también infame, del abril de 1965.

Washington, DC
Mayo de 2011