lunes, 31 de marzo de 2008

TRES MAGNICIDIOS DE NUESTRA HISTORIA REPUBLICANA

Al comenzar, es preciso hacer un ejercicio de semántica y establecer las diferencias de denominación que les da la historia a algunos casos en que se le ha dado muerte a Presidentes dominicanos.

Cuatro palabras saltan a la vista, la primera, la más usual, es la de ajusticiamiento, que se usa al referirse a la muerte del Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina, de donde se desprende que la historia considera que se le hizo justicia.

La otra palabra es la de muerte, mas neutral y objetiva que la anterior, se limita a mencionar el desenlace de un estado de cosas o de una cadena de acontecimientos. Es un término mas bien ligado a la ciencia de la biología y la anatomía humana.

La tercera es la de asesinato, suena cruel, pero es una acepción que cae dentro de los tecnicismos legales y de la administración de justicia, al referirse al crimen de homicidio agravado, donde hubo una planificación, un animus necandi o designio de producir el mal.

Pero, la palabra mas apegada a la razón y por ende menos apasionada para signar un acontecimiento tal como la muerte planificada de un Mandatario, es la de magnicidio, por la investidura que ocupaba la persona fallecida.

Algunos Presidentes dominicanos han sido bajados del solio Presidencial para ser subidos al cadalso. Otros fueron depuestos y mandados al exilio, otros huyeron a un exilio dorado, como Buenaventura Báez, para volver, en su momento, a la silla de alfileres, casi ninguno ha sido renunciante, salvo Negro Trujillo, a petición de su hermano querido Rafael Leonidas, el 3 de agosto de 1960, para que Joaquín Balaguer, que era el Vice, asumiera, mientras que Antonio Guzmán se suicido cuarenta y tres días antes de entregar.

El año de 1857, llamado el año de las revoluciones, parió también la Constitución de Moca, una de las mejores que hemos tenido, dentro de un quítate tu para ponerme yo, donde, en solo dieciocho meses, entre 1863 y 1865 tuvimos seis Presidentes de la Republica, que son, José Antonio Salcedo, Gaspar Polanco, Benigno Filomeno de Rojas, Pedro Antonio Pimentel, José María Cabral y Pedro Guillermo.

En esta galería histórica, sobresalen tres magnicios, los tres encabezaban, con sus tientos y diferencias, regimenes militares. Cada uno con sus características y con diferente duración en el poder.

El primero de ellos es el del General Ulises Hereaux Lebert, apodado El Pacificador, acaecido en Moca, Provincia Ulises Francisco Espaillat, el 26 de julio de 1899, en una pulpería o colmado, donde el Presidente entro a buscar la muerte que hace mas de un año buscaba, hallándola a manos de Jacobo de Lara y un grupo de jóvenes mas.

En Apuntes Inéditos de Nicanor Jiménez, de reciente publicación, el autor cita en las páginas 35 y 36, que, En el año de 1896 o 1897, visito el Presidente de la Republica, Ulises Hereaux, a Santiago y algunos días después convoco para una reunión de comerciantes, personas notables y autoridades de la ciudad.

Después de saludar al pueblo y felicitarlo por la paz Octaviana que disfrutaba el país, hablo de la prosperidad y después de algunas consideraciones, dijo, ¨Señores, don Isaías Franco y otras personas me han aconsejado que renuncie a la Presidencia de la Republica, cosa que yo no puedo hacer. No puedo irme a los Estados Unidos porque allí hay vagones que dicen perros y negros no entran aquí, ni puedo irme a Puerto Rico porque dicen que soy muy feo. No puedo establecer una casa de comercio porque me cogerian de mojiganga¨

Siguió diciendo, ¨ La Republica esta en una condición que solamente la entiendo yo. Ustedes saben que para poner una paila en el fogón se necesitan tres piedras. Los americanos ya tienen a Cuba y a Puerto Rico y necesitan a Santo Domingo. Quince años después de mí muerte vendrán los americanos¨

Además, ¨Yo tengo que morir como Presidente de la Republica, con las botas puestas y las espuelas caladas. Yo dejare la Presidencia cuando me den cuatro balazos en el pecho, porque yo tengo que morir matado.¨ Lo de los quince años, decimos nosotros, se cumplió, además de los balazos en el pecho.

Lilis, al igual que Trujillo treintiun años después, también usaba bicornio, era General, aunque sin formación militar académica como Trujillo, sino surgido de los decretos de cuartelazo y montonera, al igual que Ramón Cáceres.

El segundo magnicidio de esta galería ocurrió en Guibia, en Santo Domingo el 11 de noviembre de 1911. Ramón Cáceres, había nacido en Estancia Nueva, Moca, el 15 de diciembre de 1866, su padre era baecista y Ramón era buen jinete y certero tirador. Era primo de Horacio Vásquez Lajara y orquesto la conjura contra Lilis, rematándolo luego de caer herido por Jacobito de Lara.

Ramón Cáceres fue Ministro de Guerra y Marina del gobierno de Horacio Vásquez, Gobernador del Cibao y Vicepresidente de la Republica durante el gobierno dictatorial de Carlos Morales Languasco, de 1903 a 1905. Asumiendo la Presidencia en 1906.

Los tres rasgos fundamentales de su gobierno son, como una trilogía del mal, la corrupción administrativa, la persecución política con la llamada Guardia de Mon y la política económica entreguista y de palos a ciegas, al firmar la Convención Dominico Americana de 1907, germen de la Ocupación Militar Norteamericana de 1916.

En los Apuntes Inéditos de Nicanor Jiménez, anteriormente citados, dice en la página 119, que ¨ Durante el Gobierno del General Ramón Cáceres era Ministro de Hacienda Don Federico Velásquez Hernández. En esa época era Administrador de Hacienda en Santiago, Don Abelardo Viñas¨

¨En una oportunidad vino el Ministro Velásquez a residenciar las oficinas y la administración de Hacienda tenia un déficit enorme. Velásquez, que no tenía componendas, exigió la deuda defraudada y Don Abelardo Viñas tuvo que deshacerse de varias propiedades para cubrir el deficit´, Concluye la cita.

Del tercer magnicidio, hay poco que decir luego de que tantos han dicho y siguen diciendo tanto. Seria llover sobre mojado. Zacarías de la Cruz, su chofer, se llevo, en un ejercicio de fanática lealtad, su historia y su verdad al sepulcro.

Rafael Leonidas Trujillo Molina, no ocupaba cargo público alguno al momento de su muerte, tenia el rango de Generalísimo y era el poder detrás del trono.

Andaba apenas con su chofer de confianza, el Capitán Zacarías de la Cruz. El Coronel Luís José León Estévez, esposo de Angelita Trujillo, le sugirió en una ocasión que un jeep Willys, del Cuerpo de Ayudantes debería acompañarlo como escolta, a lo que Trujillo contesto que el día que el no pudiera andar solo en su Patria prefería estar muerto.

De este ultimo magnicidio, ajusticiamiento, muerte o asesinato, corresponde, en justicia, hacer dos señalamientos. El primero es el hecho de que todos los demás dictadores y tiranos que poblaron, como fichas de un ajedrez maldito, el tablero de nuestra América, eran entreguistas y genuflexos ante la potencia que los aupara y apoyara.

Trujillo es la excepción. Trujillo no firmo jamás ni un solo empréstito, acuerdo, contrato o convención vergonzosa ni asfixiante para la economía y la soberanía nacionales. Acúsenlo de otra cosa.

El segundo aspecto, acaso más grave, es que todos, tal vez con la sola excepción que justifica la regla, de Roberto Pastoriza Neret, todos los implicados y ejecutores del magnicidio del treinta de mayo de 1961, amasaron fortunas, rangos, sinecuras, prebendas y canonjías medrando bajo la sombra del sátrapa que acababan de decapitar. Los que no eran sus compadres, eran sus ahijados.

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