lunes, 31 de marzo de 2008

LA MENTIRA HISTORICA…, PARTE DOS



Henry Miller, autor norteamericano, dice en ¨Sexus, La Crucifixión Rosada ¨, que el baño es la única parte realmente filosófica que le queda a la casa moderna.

In questo Seggio, donde, siamo tutti iguale, En ese sitio, donde somos todos iguales, nos entregamos, mientras realizamos las debidas excrecencias, a reflexionar acerca del impacto que ha tenido la primera parte de este tema de la ¨ Mentira Histórica de la Ocupación Haitiana de 1822¨.

Lo cierto es que nuestra historia oficial, por citar a Norma Aleandro, es la mas manida, maniquea, novelada, truculenta, acomodaticia e irracional de la Historia Universal.

La irracionalidad salta a la vista tan solo con un análisis numérico no conceptual, de la cantidad excesiva de héroes, heroínas, Generales, Prohombres, escaramuzas, combates, batallas, campañas y manifiestos, que le servirían para copar la historia de Europa entera y no de esta pequeña isla perdida en El Caribe cimarrón.

Otro aspecto que refuerza, como una cuña del mismo palo, esa irracionalidad recurrente, es la falta de historicidad de nuestra historia. Los hechos se suceden con menos lógica histórica que los Cuentos de los Hermanos Grimm o la Caperucita Roja.

Hay que entender y asumir que la historia tiene una lógica, ilógica a veces, pero lógica al fin de cuentas. Hay que aceptar que existe una conexidad entre los acontecimientos que acaecen a miles de millas y los que se registran en el patio nacional.

Como botón de muestra, el jueves 29 de octubre de 1929, llamado de manera racista como el jueves negro, significó un crack en la bolsa de valores, la caída de las acciones y el nacimiento de una economía maltrecha en la Era de la Gran Depresión. Luego, el 3 de septiembre de 1930, el Ciclon San Zenón, azotaba mayormente a Santo Domingo causando estragos inenarrables. Esos dos hechos, como las dos patas de un bípedo, fueron tema y excusa para que la nación dominicana pariera y amamantara la Era de Trujillo.

Esa historicidad es una especie de mecánica de la historia. La historia, cabe recordar, no es casual sino causal. Un hilo o cordón umbilical entrelaza los acontecimientos, algo que se registra ahora con más fuerza con el fenómeno de la Globalización o Mundializacion, como prefiere el General José Miguel Soto Jiménez.

Si alguien quiere leer la historia dominicana mas racional y objetiva, que busque los tomos del Profesor Roberto Cassá, a quien algunos lo acusan del pecadillo de ver nuestra historia usando la lupa de las teorías marxistas. Pero el Marxismo ya no es pecado.

Cuando se lee a la mayoría de los otros historiadores, los que nos contaban, por ejemplo que la Virgen de las Mercedes se unió a los Españoles para vencer a nuestros taínos y que Juan Sánchez Ramírez es un héroe de la Independencia, traspiés que aclara el Profesor Juan Bosch en sus Temas Históricos, Tomo I y los compara con Cassá, aquella historia parece sacada de una novelita de vaqueros de Marcial Lafuente.

No se debe seguir inyectando el veneno de la estulticia, aunque Erasmo la elogiara, ni del cretinismo colectivo. La historia registra los hechos del hombre. Sus procesos y obras, acertadas o no. La historia no es un mero ejercicio de hagiografía, porque hasta los santos han tenido sus deslices y errores.

Se han envalentonado los chovinistas del patio rasgando sus vestiduras, porque consideran, como tema fundamental del inicio del proceso de separación de la nación haitiana, a la excusa de la supuesta ocupación de 1822, lo que los ha dejado sin tema. Parece que esta prohibido ser objetivo

Los apasionados antihaitianos siempre han mostrado como pancarta y estandarte, el tema de la racialidad. No soy haitiano, algo debo ser entonces, mientras se construye esa cosa difusa y falta de explicación que se llama la identidad dominicana a partir del no soy. Soy dominicano porque no soy haitiano, mientras hacen galas de su supuesto árbol genealógico hispano.

Hay que fijar la vista y escuchar las otras campanas, como Jean Price Mars, autor de una ineludible obra de consulta como es La República Dominicana y Haití, publicada en francés en 1953. El autor es una verdadera autoridad en materia de historia haitiana, pero no se le ve así por la mayoría cuando de historia dominicana se trata. En su obra acuñó la frase del bovarismo dominicano y fue enfrentado en su momento por Arturo Peña Batlle y Don Emilio Rodríguez Demorizi.

Para Mars la percepción de la negritud es étnico cultural, aunque los conceptos de raza y cultura no son una misma cosa. La raza es la receptora de la cultura. Otros autores haitianos como Dante Bellegarde, autor de La Nación Haitiana, publicada en 1984, y James Leyburn, autor de El Pueblo Haitiano, publicado en 1986, son dignos de estudio y ponderación por parte de los defensores de la famosa ocupación.

Insistimos en nuestra tesis de que no hubo tal ocupación haitiana en 1822. De este lado había un pueblo, no había una Nación ni un Estado, que es definido por los tratadistas del Derecho Constitucional, como la Nación políticamente organizada. Habría que ver entonces cual era la madurez política del grupo de moradores de la parte Este de la Isla de Santo Domingo a la fecha de los acontecimientos. Habría que ponderar además si había instituciones políticas, cuando ni siquiera había líderes.



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