lunes, 31 de marzo de 2008

LAS LARGAS GUERRAS CORTAS

Las potencias, al enfrascarse en campañas bélicas buscan o deben buscar campañas de corta duración y de gran fuerza destructiva. Lo bueno si es breve, dos veces bueno, dijo Baltasar Gracian. Lo hacen con la excusa de la agresión inevitable.

Efectivos militares de todas las armas, tanques, aviones, municiones, personal técnico y de salud, portaaviones, armamentos, tropas amigas, planificación estratégica y táctica, mapas, fotos satelitales y sistemas de posicionamiento global, comunicaciones, logística y avituallamiento, en una palabra, proveerse de todo lo necesario para organizar apropiadamente el ataque.

Lo innegable es el hecho de que solo Dios sabe cuanto ha de durar una guerra. Quienes la impulsan no. Los estrategas de la guerra siempre se enfocan, con una especie de miopía recurrente, en los planes de ataque al inicio de la contienda bélica, pero dejan de lado las necesarias e imprevisibles estrategias de cierre, se salga triunfante o no.

Hay que prever rutas seguras de regreso a casa, bases amigas, vías de comunicación y medios de transporte, si hay evacuación de refugiados y prisioneros de guerra heridos o no, en fin, diseñar la forma y ruta de salida y prever opciones alternas y planes B ejecutables, dependiendo del curso que tomen los acontecimientos y de la voluntad política de los líderes.

Las campañas militares del siglo XXI son o deben ser ganadas en dos campos de batalla, el teatro de operaciones donde se va a matar y a morir y el espacio de los medios de comunicación de masas.

Las guerras cortas se caracterizan por la rapidez. Se necesitan al menos tres aspectos fundamentales en su organización, el primero es contar con un grupo o fuerza dotada de gran movilidad, coordinación superior entre los comandantes de manera ágil y tercero la capacidad de hacer llegar órdenes de arriba hacia debajo de manera rápida y segura.

La primera guerra que el hombre vió en tiempo presente como si fuera una película y que por ello influyó seriamente en la mente colectiva y en la opinión pública, fue la guerra de Vietnam.

La generación actual, la que hoy tiene veinte años o mas, estrenó su infancia con las imágenes televisivas del bombardeo de la coalición encabezada por los Estados Unidos a Irak en la campaña Libertad Duradera, de 1991.

Esa campaña tuvo un final inesperado. Fue corta pero lució inconclusa, la gente y los estrategas esperaban que incluyera en su cierre la caída de Saldan Hussein, pero no fue así. La tarea quedó pendiente.

Robert Greene, en ¨Las 33 Estrategias de la Guerra¨, Editorial Espasa, páginas 214 y siguientes, señala, que ¨muchos de los que practicaban una forma de guerra relámpago en el campo de batalla también la utilizaban con gran efecto en la vida cotidiana. Julio Cesar maestro de la velocidad y la sorpresa es un gran ejemplo. Cuando menos se esperaba, podía formar una alianza con el enemigo más acerbo de un Senador, obligándole a cambiar su oposición hacia él o arriesgarse a una peligrosa confrontación. De igual modo podría perdonar a un enemigo para ganar con ello a un aliado.¨

Otra consideración en torno a las guerras cortas es el costo o recorte decidido del costo de las operaciones. Una guerra porque sea corta no necesariamente resultará económica. A veces lo que se quiere ahorrar es tiempo, no recursos, tomando en cuenta que la industria de la guerra es eso, una industria.

La salida de una guerra, sea corta o no, puede convertirse en un atolladero y una vergüenza para las naciones en conflicto, llevándose de paro su prestigio internacional.

Lo preferible en materia de formulación de guerras es no asegurar que ésta será corta, es preferible esperar a ver el curso de los acontecimientos y cual será la salida previsible del matadero.












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