lunes, 31 de marzo de 2008

APOCALIPSIS TECNOLOGICO

La sociedad actual, la agrandada aldea global de que hablara Marshall Mc Luhan en 1970, es cada vez más dependiente del uso de la tecnología. Lo que se ha considerado como una expresión de libertad ha venido a convertirse en una red de cadenas que aprisiona al hombre y la mujer posmodernos.

George Orwell, en su famosa novela 1984, escrita en 1948 y publicada en 1949, alza su voz de profeta advirtiendo, entre otras cosas, el predominio de las máquinas y el surgimiento de una sociedad esclavizada por un Estado omnipresente dotado de una policía del pensamiento y del lenguaje. Orwell causó menos revuelo que cuando Orson Welles el 30 de octubre de 1938, narraba, en forma noticiosa, fragmentos de la novela de H.G. Wells, ¨La Guerra de los Mundos¨, y los oyentes creyeron que estábamos siendo invadidos por marcianos.

En Silicon Valley se producen más de 78 millones de dólares diarios en computadoras, hardwares, programas y piezas de alta tecnología. Actualmente la tecnología interviene cada vez mas en nuestra vida cotidiana.

La emisión de tickets de vuelo, la comunicación satelital, el control de vuelo, el escaneo de huellas digitales, los controles de entrada y salida, la identificación de pasajeros y tripulación, las rutas aéreas, los destinos, el radar, trámites aduanales, controles migratorios, desembarque y todos los demás pasos que se aplican en un simple vuelo aéreo de una persona, son efectuados por computadora. Sin el microchip no hay vida.

El problema fundamental consiste en la dependencia cada vez mas vital que tenemos de los sistemas computacionales. La tecnología ha venido a resolver graves problemas de organización, contabilidad, programación y otras áreas importantes que garantizan la operatividad óptima de los sistemas de producción.

El temor que sacudió al mundo al entrar al año 2000, el Y2K, la falla del milenio, no produjo afortunadamente los daños que se temían y que provocaron el gasto de altas sumas millonarias para prevenir y manejar el posible colapso global de los sistemas de computadoras. Se temía la llegada del primer diluvio o del jueves negro cibernético.

La niñez y la juventud son blanco directo del voraz mercado tecnológico y los adultos, los padres, son las verdaderas víctimas del negocio porque son quienes tienen el poder adquisitivo y deben pagar por los gustos y caprichos tecnológicos de ellos.

Hay que entender y aceptar que el proceso es irreversible. Vivimos en la edad del Chip, como la humanidad tuvo antes una edad de piedra o de los metales.

Pero la sociedad global debe comenzar el arduo proceso de desmitificar la iconografía tecnológica. Embarcarse en el proceso de regresar al humano. Pasar del Homo tecnologicus al Homo sapiens. Al sentimiento, al afecto, a las relaciones interpersonales, al amor y a los sueños.

La tecnología, en cosa de unos veinte años, se ha convertido en una diosa omnipresente adorada por el mundo, que de hinojos le rinde culto fanático en sus altares y que rasga sus vestiduras y se flagela la piel para demostrar su devoción a la gran diosa de silicon.

La humanidad siempre ha necesitado dioses. Cuando ha habido ausencia de devoción, se inventan alguna divinidad falsa a la cual adorar. Al llegar ese ¨vacío de fe¨ que significó la muerte de las ideologías, se buscó una nueva diosa a quien adorar, como los judíos, luego de la apertura del Mar Rojo, esperaban impacientes a Moisés con las tablas de la ley sagrada y lo recibieron adorando un becerro de oro.

Ha surgido una nueva especie de adorante. Los jóvenes confunden a diario y con frecuencia el acceso al conocimiento con la educación y la sabiduría. Como tienen los datos que buscan para sus tareas luego de dar varios clips, se creen tener el conocimiento. Pero, por desgracia, como lo tienen tan fácil no se ocupan de aprender, - aprehender- y permanecen, gracias a ese proceso de mera complacencia, en la ignorancia más abyecta, la ignorancia del que se cree sabio. Ya lo dijo un pensador, El tonto se ve sabio entre los necios, pero se ve necio entre los sabios.

La sociedad actual vive y desvive su vida en las pantallas. Se vive on screem, se desarrolla la vida y las tareas cotidianas por el tamiz de la pantalla, sea de computadora o de televisión. TV or not be. Mientras cada quien procura proveerse de su propia ¨pantalla¨ personal, favorable y atractiva.

El humano debe animalizarse un poco para hacerse mas humano. A los racionales nos queda mucho por aprender de los animales irracionales. Las hormigas son un ejemplo de ello. A cualquier inversionista, gerente o supervisor le encantaría que sus asociados o empleados copiaran a las hormigas.

Estos insectos viven en comunidades social y políticamente organizadas. Respetan las jerarquías, tienen sus propias leyes naturales, saben trabajar en equipo de manera eficaz y eficiente, no atacan las otras comunidades y trabajan tenazmente, todo esto sin tecnología de punta.

Cuando una hormiga identifica granos de azúcar o de algún otro alimento, lo comunica al resto de su comunidad porque tiene sentido de cohesión o identidad grupal. Comienza a cargar las provisiones de manera diligente y sin quejarse, si se encuentra con otras hormigas de su comuna, las saluda, les da la información del importante hallazgo y les deja una ruta marcada, segura y ágil hacia donde está la provisión y continúa su camino con su carga a cuestas, al llegar al almacén de provisiones, hace entrega a la hormiga encargada de lo que trajo y le entrega el conduce, regresando a buscar mas alimento.

La tecnología, ha provisto soluciones médicas impensables o que estaban en los predios de la ciencia ficción, como son la telemedicina, la ingeniería genética, la diagnóstica médica, las tele conferencias, el tratamiento a enfermedades terminales como la hepatitis, el VIH y los diferentes tipos de cáncer. La ciencia de la investigación médica ha avanzado tanto que ya nadie pude afirmar que está completamente sano.

En naciones altamente tecnificadas, a los ancianos de 75 años en adelante, solo les permiten el lujo, si pueden pagarlo, de convivir con un robot de compañía, porque en algunos lugares no le permiten ni siquiera un perro. Pero el toque tierno de una mano cargada de afecto y ternura no puede ser sustituida jamás por el ladrido y la zalamería electrónica de un perro robot.

La red de Internet, las comunicaciones satelitales y todo el largo etcétera tecnológico son necesarios para el desenvolvimiento de las actividades comerciales, financieras, profesionales, educativas y cotidianas de la humanidad actual. Pero esa omnipresencia tecnológica crea hábito y dependencia mientras nos deshumaniza. De ahí que deban emplearse de manera sabia y responsable en una relación humano y máquina, donde el primero mande y decida.

Al llegar la primera revolución tecnológica, la Revolución Industrial, en Inglaterra, una comunidad llamada los Lubbicks, se armó con todo lo que pudo para combatir el asfixiante avance tecnológico de las fábricas. Conservadores a ultranza, les dio con destruir maquinarias, oponerse a la instalación de parques industriales y boicotear instalaciones de manufactura, temerosos del avance de las máquinas y la sustitución de la mano de obra por manufactura industrial.

La revolución industrial y el maquinismo convirtieron a Inglaterra en el ¨taller del mundo¨, mientras la comunidad Lubbick se replegó a sus tareas domésticas y a sus artesanías a regañadientes.

Partiendo del daño ecológico que vive la Tierra, el efecto invernadero, el calentamiento global, los fenómenos del Niño y la Niña y los demás jinetes del Apocalipsis que atacan actualmente nuestra casa común convertida en aldea global, hace pensar que acaso el mundo vuelva a convivir en pequeñas sociedades, sin dañar el medio ambiente y libres de la selva tecnológica y de los actuales grilletes electrónicos.

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