miércoles, 30 de enero de 2008

LA NEGRA DEL LOUVRE

LA NEGRA DEL LOUVRE



En el Museo del Louvre de Paris, en la sala de los mil ochocientos, hay un fascinante retrato de una mujer negra, hermosa y sensual, pintado por la artista francesa Marie Guillermine Besnoit.

Sorprende al visitante, luego de ver tanta gente blanca retratada o siendo tema de escenas disímiles y abundantes, el hecho de encontrarse con esta mujer negra, de cuerpo atractivo y senos fascinadores. Se la esperaba en realidad en delantal, ocultando sus encantos, entregada a las tareas propias de su esclavitud o negritud.

Este cuadro pintado a finales del Siglo XVIII por Marie Besnoit, es acaso una manera de celebrar la caída del esclavismo como medio de producción en 1794.

La negra del cuadro nos mira con respetuosa mirada, algo caída, como obedeciendo a la condición socioeconómica de la mujer del Siglo XVIII. Sus senos son un verdadero espectáculo digno de admiración y deleite. Firmes y encantadores, atrapan desde el inicio las miradas de los hombres que la contemplan tan extasiados como sorprendidos.

Este extraño tema, acaso el primero hecho en la Europa del dieciochesco donde un blanco turbante de algodón, quizás importado a Francia desde los campos de algodón de Alabama, cubre la cabeza de la joven mujer.

En cuanto al arte dominicano se refiere, la negritud comenzó mucho después. Los primeros maestros de nuestra plástica no se atrevían a pintar negros ni mulatos. Ejecutaban retratos de inmigrantes o de hijos de inmigrantes y a los dominicanos que pintaban, le daban un aire y una atmósfera abiertamente europea.

Faltaron los trabajos de Jaime Colson y Darío Suro, por citar solo dos maestros nacionales, a quienes, paradójicamente, sus estadías por Europa, los fríos inviernos en Montparnasse del Paris bohemio y del Quartier Latin, les hicieron vomitar la negritud.

El Renacimiento, con todo lo abarcante que fue en todos los predios del Arte con A mayúscula, jamás miro hacia los negros. Todo lo contrario, lo que hace, propone y logra el Renacimiento es crear la idea de que el negro no existe en arte, o que el arte no es cosa de negros, o tal vez que el arte no es para negros.

Las demás corrientes artísticas de origen y factura eminentemente europeas, Impresionismo, Fauvismo, Cubismo, Expresionismo, Surrealismo y demás ismos, tampoco se ocuparon de los negros. El proceso se registró no solo en Pintura y Escultura sino en todas las demás manifestaciones del arte.

La opera, como género supremo del Bel canto es cosa de y para blancos. La zarzuela, llamada el género chico se encargo de hacer justicia con piezas como Cecilia Valdez, donde la heroína que da nombre a la obra, es una negra, o en Los Gavilanes, de Simmons, donde aparecen negros, interpretada como nadie por nuestro cantante nacional, el barítono atenorado o tenor abaritonado, Eleuterio Brito o Eduardo Brito.

En el canto popular norteamericano de los años veinte y treinta, se popularizaron los llamados minstrels, es decir, cantantes blancos que actuaban papeles para negros, sobresaliendo el famoso Al Jolson.

Las manifestaciones artísticas del continente negro y de los subsaharianos, yorubas y de otras etnias, han sido relegadas por la historia del arte, a la reducida condición de artesanías, no son consideradas como arte en sentido estricto, pero esto será tema de una próxima reflexión.

No hay comentarios: