viernes, 9 de noviembre de 2007

"EL HOMBRE QUE LE TEMIA A LOS CIRCULOS"
Cuento.
Aquel hombre prefería en su andar recorrer largas avenidas mientras evadía tenaz toda forma circular. Las rotondas le resultaban asfixiantes y eternas. Las evadía porque le semejaban fantasmas redondos y rotundos que lo amenazaban y entorpecían su paso. Detestaba las monedas de metal; solo de papel, por favor, le decía al tendero.
Le temía al cero, como principio vacío de los números, a la redondez de las llantas y los tres aros circulares del semáforo, mientras no se explicaba porque a un papel informativo lo llamaban "circular" siendo cuadrado, por tener la firma del gerente general de la compañía; quien guiaba su Mercedes, con su cuerpo redondo de formas, rematado con redonda papada de aquel que nunca sintió hambre en su vida y se alimentaba con "corn flakes" y comida chatarra; guiaba, dijimos, dando vueltas a un aro redondo forrado en piel, enfrente suyo, mientras fumaba un redondo puro.
Sabia, aquel hombre, en su angustia que todo lo creado fue hecho por voluntad de un reducido círculo familiar, sin mujeres, que dijo: Hagamos. Y todo fue hecho.Su propio ciclo alimentario comenzaba en humana. el redondel de su boca y fallecía en otro círculo terrenal de cloaca
De joven asistía a un círculo literario para sofocar su tendencia a pegar letras a las palabras como panfletos de su vida. Pero renunció meses después sin dar explicaciones a la directiva del grupo, ya que ni él mismo las tenía para sí. Por entonces no había tratado de explicarse su temor y odio a las formas circulares.
De niño le espantaba la ilustración del sistema solar. Todo un grupo de círculos que giran en torno a un círculo mayor que los ilumina y subyuga, mientras que uno de ellos exhibe descaradamente un gran anillo en su cintura, como si fuera un ropaje de nobleza y distinción del resto del grupo. En las clases de geometría evadía las tareas que llevaban círculos o esferas. Prefería los rombos, trapecios y triángulos que le eran fascinantes con sus vértices agudos y sus medidas en grados. Mientras le mantuvo muy ocupado por años, hasta ver aparecer círculos de acné en su cara, el encontrar la fórmula de la cuadratura del círculo.





Los biscochos de sus cumpleaños y su boda los ordenaba cuadrados o rectangulares porque son formas que tienen un principio y un final definidos, porque no tienen el perpetuum de las formas circulares e infinitas.
Un día iba sudoroso por un paraje y avistó un grupo reunido en círculo. Escuchaban con cara de tontos iluminados por algún rayo de sabiduría a un gurú. Se acercó portando el gran enigma de su vida, con la gran pregunta dibujada en el rostro. Le preguntó al maestro que le enseñara la historia y el misterio del círculo.
El gurú, tan sorprendido como teatral, le dijo que el círculo es el origen de todas las cosas, que las vaginas son cilíndricas con entrada redonda y gutural que son visitadas por agresores también redondos y cilíndricos que producen gestaciones circulares. Que en la entrada de esa gruta circular hemos caído muertos tantas veces sintiéndonos morir por los temblores y espasmos de la carne, mientras nos esforzamos por entrar enteros a una morada temporal que no puede contenernos. Una gruta que se hace tumba del vivir y que al matar vivifica.
Le dijo además, aprovechando la ocasión para deslumbrar a sus alumnos con sus sabias palabras, que la vida misma es un eterno retorno y despedida, el fluir de un río que va hacia el mar y de él retorna. Que volvemos, si tenemos suerte y agotamos el círculo, a ser niños, a usar pampers, a hablar desatinos chocheando y a temer a la oscuridad y a lo desconocido. Le gritó dramático que el primer gran paso hacia el progreso de las civilizaciones, después del fuego, comenzó con la invención de la rueda que es, en verdad, un círculo.
Ninguna palabra antes oída le había dolido tanto, como las dichas por este gurú. Comprendió que la dicha de la vida es una rutina. Que la vida, como dijo John Lennon, es el tiempo que pasa mientras nosotros estamos ocupados haciendo otra cosa.Que la bitácora de la nave de nuestras vidas ya esta escrita, así como los puertos que hemos de tocar en nuestro viaje. Que cada paso tembloroso de vida que damos es un salto inexorable hacia la muerte.
El gurú le dijo sentencioso y solemne, mientras acomodaba la tela de su manto entre sus piernas: Mire amigo, dé una vuelta a su alrededor buscando horizontes cuadrados que recorrer y solo los hallará en los cuadros y pinturas. Vivimos andando en círculos aunque creamos que avanzamos en línea recta hacia el ideal, hacia la meta. La vida, nuestra vida solo es vida viva por los círculos en que nos movemos y somos.



El ojo, el oír, la respiración y el alimentarnos lo hacemos gracias a los círculos. Guerreamos y emprendemos tareas y batallas por lograr las redondeces de formas de una mujer, acaso morena e inspiradora, que nos afecta y domina. Vivimos o comenzamos a vivir, entre dos soledades, desde el cero mas rotundo del vientre que es redondo y volvemos al cero de la nada, de la muerte, del gran silencio, luego de todos los ruidos de la vida que espantaron a San Francisco de Asís y lo hicieron huir a su desierto interior. El primer anacoreta viviendo en los círculos de sí mismo.
El maestro siguió hablándole de la importancia del círculo y de las formas circulares, de lo bueno de las formas redondas e infinitas, mientras lo invitaba a unirse a su círculo de discípulos.
Aquel hombre se sintió herido como nunca de la desesperanza y soledad más puras, (Acaso la soledad sea la verdadera compañera del humano), entonces cayó a tierra mientras comenzaba a dar círculos delante de todos. Mientras el gurú le hablaba, se había tomado el contenido de una pequeña potiza llena de cicuta, que lo arrastró a la muerte. El veneno mortal había salido por la boca circular de un envase que llevaba oculto entre sus ropas atado al círculo de su cintura.

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