Santana, el Satán de la Independencia
Por Damián Arias Matos
No sin estupor me acabo de
enterar, por obra y gracia de uno de
nuestros periódicos gratuitos, que ronda por el Congreso Nacional, un proyecto de ley que procura desalojar, tal vez por falta de pago, los restos mortales del General Pedro Santana
-Primera espada de la guerra de Independencia o separación- del Panteón
Nacional, para colocarlo en un cementerio de El
Seybo.
No tenemos duda de que la
pieza será aprobada, se hará un acto oficial de pretendido exorcismo histórico,
y será inhumado en la provincia del Este. Estamos totalmente de acuerdo con esa
sentencia fatal, ahora bien, esta confiesa adhesión al
proyecto de marras, nos obliga a hacer algunas consideraciones de orden
histórico.
Los primero es que los
impulsores y adeptos a la propuesta, es
casi seguro que no conocen la frase de Carlos Marx que reza, “La historia debe
ser contada sin odios, pero también sin amor”. Lo que pretende el padre del
Materialismo histórico, es desvestir a la mojigata hipocresía, de sus falsos
ropajes, para cubrirla con el manto de la imperiosa ley de la realidad.
El hecho de que el General
Pedro Santana, el gendarme necesario, el verdadero padre y forjador de otro
estado, cohabitante con la República de Haití, en esta isla bella y atribulada
media Isla, haya ido a guarecerse en el Panteón Nacional (no me gusta eso de panteón de la patria,
como si fuera la tumba de ésta), gracias
a un decreto del Licenciado Joaquín Balaguer, y sea echado de allí, en un acto
de inmisericorde venganza histórica, y
hasta en una sin razón, dice, desdice y
maldice su figura y su obra condenándolo al carácter de un anatema , el hecho o lugar donde reposan los resto de
los protagonista de la historia o de que, como Hitler y Moisés, no tengan sepulcro conocido, ni los culpa ni
los redime, ni los condena ni los
absuelve, ni los limpia ni los caga.
La historia no es un
recuento de hagiografía, de vida de
santos y no debe ser vista como un estado de iluminación o nirvana, porque es hecha y cumplida por
santos y demonios, y cada cual será responsable ante el tribunal de la historia
por sus hechos, por haber pecado de palabra, pensamiento, obra y
omisión.
El argumento y excusa que se
alude para tal desaguisado legislativo, es el proceso político de la anexión a
España de 1861, que encabezó Pedro Santana como Presidente de la República, acto si se quiere infame, visto a secas y no
en contexto, que fue parido por el caos político y el estado de cosas reinante,
pero es seguro que los historiadores nacionales nos han mentido, en el
acostumbrado y cómodo ejercicio de condenar y canonizar, de presentar a seres
inmaculados y angelicales, frente a oscuras criaturas de la miasma del Infierno
de Dante.
Para quien os escribe obtener datos confiables
del proceso de la Anexión a España, luego de crear un usuario en la Universidad
de Sevilla y leer los acuerdos a que se
arribó, gracias a las gestiones del embajador plenipotenciario del Presidente General Santana, hecha como avanzada por el después decretado Padre de la patria,
por el general Ulises Hilarión Hereaux Lebert, General Ramón Matías Mella y Castillo.
En tan alta calidad fue a servir a España a negociar la Anexión.
Sánchez era un saltimbanqui político, que volaba en garrocha de los brazos de Santana a los de Buenaventura
Báez, según las circunstancias y la dirección del viento. Nadie se explica por
qué prefirió entrar por Haití, donde estaban los presuntos enemigos, y no por
la naciente República. Tal vez se debió a una falsa percepción de seguridad, o
de peligro.
De los tres, Duarte es el
gran ausente del proceso de Independencia. Recomiendo leer “El mito de los tres
Padres de la patria”, de Juan Isidro Jimenes Grullón.
La tan cacareada como maldecida Anexión es una especie de “arritmia
histórica” parafraseando a Bosch, hija de
la división política y las luchas
intestinas que no permitían a los Presidentes y demás funcionarios electos,
terminar el período Constitucional. Por ejemplo, depusieron del solio
presidencial, al gestor de la Constitución de Moca de 1857, además de tener
cuatros presidente en 18 meses, dos de ellos enviados al cadalso y los otros
dos desterrados o sufriendo cruel persecución política hacia el exilio.
Ese paradigma que hoy maldicen cabalgó desde el Este a contener, espada en ristre y
pagando la nómina del ejército libertador, a contener el avance de las huestes haitianas. Eso no lo
hizo nadie más. Eso no lo hizo ninguno de los alegados patriotas y héroes nacionales, que reposan en el mismo panteón, en tumbas
vecinas.
Ese Santana, santo o demonio,
fue utilizado por la clase conservadora, comerciantes y letrados como
Bobadilla, - porque la Independencia o Separación no fue hechura de los Liberales
y mucho menos de los Trinitarios - como
el soldado necesario y designarlo con poderes “tan amplios como fuere
necesarios mientras dure el presente estado de cosas” como primer presidente de la República por dos
períodos consecutivos, sin elecciones y sin consultar al pueblo.
Ese mismo Santana, revestido
de esos poderes que la misma clase política que formara la constituyente de San
Cristóbal, dio poder y calidad legal para los fusilamientos de Francisco del
Rosario Sánchez, adepto a la matrícula de Segovia, de los hermanos Puello y de
María Trinidad Sánchez, también aceptó el titulo de Marqués de las Carreras. En
esa primera Constitución, supuestamente liberal al estilo de la Constitución de
Cádiz de 1812, no contiene la palabra democracia, ni aparece tampoco, en su
redacción, la firma de ninguno de los Trinitarios,
Y por último ese mismo Pedro
Santana, proscrito y satanizado, fue el
que con el acero de su espada trazó la línea fronteriza para definir un nuevo
estado Nacional.
Recomiendo a los propulsores
de la especie legislativa a buscar en los meandros de nuestra manipulada
historia para que se enteren de otros personajes, con obra en consulta, y los sacarán a todos
del Panteón.
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